Los partidos políticos y los conflictos de intereses

<p>Los partidos políticos y los conflictos de intereses</p>

TEÓFILO QUICO TABAR
Cuando surgió la idea de que el Estado a través de la Junta Central Electoral le otorgara una cantidad de dinero a los partidos políticos con representación nacional, se hizo para que se fortalecieran, se independizaran y fueran los verdaderos vigilantes de una democracia libre de ataduras de grupos económicos y posibles conflictos de intereses que pudieran empañar lo que debería ser una sana gestión al llegar al poder.

Aún cuando no esté escrito en ninguno de los documentos que dieron origen al proyecto de ley para tales fines, uno de los criterios que fundamentaron la idea buscaba que los partidos se sacudieran de las dádivas o ayudas de grupos económicos, porque precisamente esas ataduras se constituyen en verdaderos generadores de conflictos cuando llegan al poder. A la hora de seleccionar personal, integrar comisiones y juntas, así como en la creación de organismos superiores y sobre todo de la toma de decisiones donde se ponga en juego el interés nacional. En definitiva, evitar que las influencias de las dádivas o aportes de los grupos de poder actuantes pudieran crear distorsiones y empañar la democracia. De lo contrario ese proyecto no tendría sentido.

Preservar la democracia es preservar los partidos y los gobiernos. Cuidar de unos y otros. De los que gobiernan y los que están en la oposición o fuera del gobierno. Preservar y cuidar todos los organismos y estamentos que conforman un Estado democrático, el Congreso, la Justicia, la Junta Central Electoral, los organismos de seguridad, etc.

En una sociedad lamentablemente atrasada como la nuestra, a pesar de los pequeños bolsones de adelanto, progreso y modernismo que se erigen como un oasis en medio del desierto de pobreza y necesidad extrema en que vive una parte importante de la sociedad, hay que cuidar primero y antes que nada a los partidos y a los gobiernos, con los cuales debemos ser cada vez más exigentes, porque ellos son lo que pueden contribuir de manera más rápida y directa a mejorar o empeorar la situación en que vivimos.

Sin embargo, hay grupos que sin darse cuenta o formando parte de una estrategia sumamente equivocada y peligrosa, han venido desde hace tiempo tratando de desacreditar los partidos y a los políticos, lo que con el accionar de muchos de sus dirigentes desde el gobierno como desde la oposición, no necesita mucho esfuerzo. Prohijando grupos al margen de éstos que les sean más dóciles y serviles, aunque con caras de independientes o de servicios a la sociedad, o adocenando dirigentes políticos de los distintos partidos, incluso algunos con estilos renovadores.

La gran contribución debería ser para que los partidos se saneen por dentro y por fuera. Debería ser una exigencia permanente de toda la sociedad, o simplemente revocar la ley que propició su financiamiento porque ha sido hasta ahora un objetivo fallido. No se han podido borrar de los entornos gubernamentales ni de los organismos de decisión política, la presencia de conflictos de intereses que provocan indignación e irritación. No se ha podido todavía contar con organizaciones políticas cuyas estructuras puedan ser exhibidas a la nación como ejemplos de pulcritud o que muchos de sus integrantes no caigan bajo el señalamiento popular con acciones públicas o privadas alejadas de conductas éticas y morales ni dejen de pertenecer a las parcelas de algunos grupos de poder tradicional.

Los conflictos de intereses como hemos señalado antes, están presentes en casi todas las instituciones nacionales, pero su presencia en los partidos, como los instrumentos legítimos para que las diferentes corrientes de pensamiento puedan alcanzar el poder y dirigir la nación, es más que preocupante, sobre todo cuando cuentan con financiamiento proveniente del presupuesto nacional, que es lo mismo que de los bolsillos del pueblo dominicano, porque nos hace cómplices a todos.

Lamentablemente el Estado no cuenta con mecanismos funcionales para velar por el control de los gastos de si mismo, mucho menos de los partidos, pero habrá que crearlos, para que al llegar al poder los presidentes y los funcionarios dejen de ser marionetas de quienes los han prohijado, dejando de lado los conflictos irritantes.

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