Los partidos y el futuro de la democracia

Los partidos y el futuro de la democracia

Es famoso el cuento del pastor que se burlaba de los habitantes de su pueblo, deciéndoles que un lobo devoraba sus ovejas, sin ser cierto. Hasta que un día… Tal parece que en nuestro país podría acontecer algo semejante. A pesar de que muchas voces con distintos matices han venido advirtiendo de que la democracia dominicana no va por buen camino, parecería que dentro de nuestros partidos se le ha estado haciendo muy poco caso a estas premoniciones.

La democracia tiene instituciones fundamentales, los partidos son una de ellas. Es imposible hablar de democracia sin la existencia de partidos; pero también hay que convenir en que los niveles de desarrollo que alcanza a una sociedad democrática dependen del desempeño, en gran medida, de los partidos. Si examinamos el accionar cotidiano en el seno de estas entidades hay que concluir en que la democracia dominicana no va por buen camino, que el horizonte que vislumbramos es brumoso.

Es que los partidos políticos en América Latina han sufrido una gran transformación y se han convertido en maquinarias para ganar elecciones a como dé lugar; han sufrido una fractura ideológica que los ha dejado huérfanos, sin norte, sin horizontes; antes se hablaba de libertad, de justicia social, incluso de revolución. Hoy se habla sólo de alcanzar el poder para hacer lo se pueda, lo que las circunstancias internas y globales permitan.

Aquí, gobiernos van y vienen y al paso del tiempo es mayor el desencanto, la frustración de una mayoría que no ve solución a sus problemas, que ve cómo las cúpulas de los partidos se enriquecen y cómo a la colectividad sólo le llegan las migajas. Vemos cómo se turnan en el poder para dar el gran salto de la modestia al más irritante de los encumbramientos económicos. Por supuesto que hay excepciones.

Si echamos una mirada desapasionada al interior de los partidos dominicanos nos encontramos con un panorama poco halagueño: El Partido Reformista Social Cristiano está fragmentado y acusa un acelerado proceso de dispersión que podría terminar haciéndolo desaparecer. Sus principales dirigentes no han sido capaces de articular una estrategia que les haya permitido seguir adelante sin su caudillo; hoy vemos cómo las facciones no logran ponerse de acuerdo y un importante segmento ha sucumbido en brazos del oficialismo. Así también fue en el pasado reciente. Incluso se habla de la formación de un nuevo partido con la denominación «reformista».

El caso del PRD también es muy preocupante. Después de llegar al poder tras la muerte del caudillo y líder, dilapidaron un poder casi absoluto y se encaminan, según las evidencias, a perder parte del que les queda; y perder las cuotas del poder restantes tal vez no sería lo peor: lo peor es el descrédito público con ha salido del poder, la pérdida de confianza por parte de una gran mayoría, que no sabemos cuánto tiempo le tomará para recuperarla, si es que acaso lo logra. Hoy, la lucha por sobrevivir a acusaciones por supuestos actos de corrupción parece que es la principal tarea de una significativa parte de su dirigencia, cuando en verdad deberían estar enfrascado en una crucial lucha ideológica y filosófica, en una purga dignificante, en un auténtico proceso de revisión y renovación. El PRD hoy se ha quedado sin clase media; los pocos jóvenes que militan en el partido lo hacen por tradición familiar e incluso esa poderosa penetración que tenía en sindicatos y colegios profesionales ha empezado a decaer. Igual podría decirse de las clases empresariales del sector productivo. Entonces hay que concluir en que la caída que algunos vaticinan que seguirá aconteciendo en el PRD es muy dañina para la democracia y ante todo muy preocupante.

Se dice hoy que el futuro de la democracia dominicana depende en gran medida del partido de gobierno, del PLD. Hasta cierto punto esto es una realidad. Pero si auscultamos al PLD habrá que decir que desde su llegada al poder en 1996 empezó un proceso de transformación y hoy en día es un partido que acusa muchos de los vicios del PRD y el Partido Reformista. Las prácticas clientelistas más crudas se han enraizado al interior del partido y el reparto del poder entre coyunturales aliados no dará ganancia a la democracia dominicana.

Si analizamos el encumbramiento de que hoy disfruta el PLD hay que concluir en que se ha producido fruto del descalabro de los otros dos partidos del sistema, que su supremacía es fruto del resonante fracaso de sus adversarios. Creo que también porque se han manejado con más prudencia y delicadeza que los otros y porque les quedó parte de la disciplina bochista.

Y pensamos qué va a pasar en la democracia dominicana cuando ya le gente no crea en el PRSC, en el PRD ni en el PLD. Unos dicen que vendrá la izquierda, pero la izquierda no vendrá porque no existe; otros que será la guardia y decimos que Dios nos libre porque la guardia tiene todos los vicios de los partidos elevados al cuadrado.

Entonces aquí es donde debemos clamar la atención de los dirigentes de los partidos y de toda la sociedad: nuestra democracia carnavalesca no podrá sobrevivir si no tenemos partidos distintos, si no se transforman las prácticas políticas cotidianas, si no se mejora el desempeño de los poderes públicos; si no tenemos un mejor congreso, si no bajamos los vergonzantes niveles de impunidad; si no se detiene a niveles racionales el enriquecimiento desmedido a costa del estado.

Aunque no nos guste, estamos obligados a convivir con los partidos; y aunque a los jefes de los partidos tampoco les guste, están obligados, óigase bien, obligados a emprender el camino de la rectificación. O, finalmente, vendrá el lobo.

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