Los peligros de cero mata cero

Los peligros de cero mata cero

Somos  una sociedad empujada por los propios mecanismos de poder, para que cuando los medios o la opinión pública nos presenten temas que por diversas razones son importantes, durante un tiempo se denuncien o se escriba sobre ellos, pero que al poco tiempo pasen y  nadie se acuerde si en realidad se hizo algo para corregir los posibles errores, se mejoraron las fallas denunciadas o se sancionaron a quienes cometieron dichos delitos.

Solo en algunos casos  que se han evidenciado actos inocultables, no necesariamente políticos, se han activado los mecanismos de la justicia, pero frente a la mayoría de las  indelicadezas  oficiales, solo se producen  escándalos pasajeros que luego son olvidados. Ellos saben que los medios no pueden pasarse  meses tratando los mismos temas, porque surgen otros igualmente  escandalosos, o porque la mano del poder se hace sentir de alguna forma,  y  como no existe la cultura del seguimiento, cero mata cero.

Todo pasa. Un tema sustituye a otro. Muchas veces con la rapidez que las necesidades de los grupos de poder político o económico así lo demanden.  Incluso algunos casos lucen como  cascabeles o señuelos para desviar la atención pública, mientras los organismos encargados de enmendar o sancionar hacen muy poco, para no decir nada.

Y esa es la peor cultura que podemos  incubar, porque detrás de ella se esconde todo una filosofía fundamentada en que: lo de hoy borra el ayer y lo de mañana borrará lo de hoy.

Conceptos que contribuyen a la ampliación de esa  línea con tendencia a  la complicidad y el olvido, sobre todo cuando arribamos a una etapa política, en la que se  están poniendo a funcionar los criterios de que no importan los oscuros pasados de las personas, siempre que se mantengan al lado del poder o estén prestos a darles soporte cuando lo demanden las circunstancias.

Lamentablemente aquí no se le da seguimiento a nada, no solo en lo que tiene que ver con las cosas materiales como proyectos, edificios, carreteras, vehículos, etc. a los que se  debe dar  mantenimiento permanente, sino en cosas mucho más importantes como  las referentes a las conductas humanas, especialmente de quienes ejercen el poder: funcionarios, congresistas, jueces, profesores, etc., y pertenecientes a las instituciones que reciben salarios provenientes de los impuestos que paga la gente de cualquier nivel.

Las sociedades deberían actuar como se hace con las canastas de frutas, que cuando alguna se daña, ante el peligro de que contamine a las demás, se sacan y se apartan. Si no detenemos la práctica de que los escándalos que repercuten hoy por grandes que sean, mañana serán  olvidados,  estaremos empujados a vivir en una selva.

Esta política, de cero mata cero, debería ser un tema importante de reflexión en esta Semana Santa. No por cuanto aspiramos a revivir la ley de Ojo por ojo, sino porque las sociedades requieren de sanciones, por lo menos morales contra la delincuencia y la corrupción.

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