“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme….”. Primeras palabras de la Gran Novela de Cervantes, El Quijote, en su recorrido por los áridos territorios de la España del S. XVI. A la vez, quisiéramos iniciar nuestra novela diciendo: “En un lugar del Caribe, poblado por paradisíacas islas, el nombre de una de cuyas islas quiero recordar…..”, esto así porque se trata de una idílica tierra poblada de verdes pastos, de exuberante colorido y de jugosos frutos cuya abundancia nutre a sus pobres pero muy alegres habitantes, considerados por muchos como unos o los más felices habitantes de la tierra. La pródiga tierra aludida que lleva el nombre de República Dominicana, era un paraíso terrenal que el tiempo y sus gobernantes han logrado transformar, para la desdicha de sus habitantes, en la nación que describiremos en lo que sigue…..
En un esfuerzo para encontrar un vocablo que definiese el estado actual de esa nuestra nación, escogimos la palabra “Distopía”, o preferiblemente antiutopía, que se refiere a una sociedad ficticia indeseable, antónimo o contrario al término “Utopía”, que en su acepción política es una sociedad deseable e ideal, pero inalcanzable: (Véase – “Utopía”, muy reconocida novela escrita por Tomás Moro, en 1516). Por el contrario, la sociedad distópica sería el resultado de los tantos razonamientos contradictorios entre sus propios gobernantes, que mediante métodos en extremo perjudiciales y desacertados, la pudieran convertir en un conglomerado humano expuesto a toda clase de injusticias y procesos decadentes.
He aquí algunas de las manifestaciones de toda sociedad en decadencia:
La total indiferencia de la justicia ante las descaradas actividades del narcotráfico con sus consecuentes enfermizas adicciones que pueden derivar en el desvarío de actitudes suicidas. El desenfreno y permisividad sexual que nos promueve como atractivo para atraer el turismo, sin el cual nuestra débil economía se vería fuertemente afectada. La incontrolable delincuencia que nos aflige causando intranquilidad y desasosiego a la población, mediante robos fútiles, atracos, violaciones, feminicidios por motivos irracionales, coartando así las actividades cotidianas de nuestro diario vivir. Asimismo, nos asombramos ante el acrecentado alejamiento de todo código moral y de las creencias religiosas que antes servían de freno a los impulsos salvajes de los seres humanos en cuanto se encuentran acorralados, confundidos y abandonados por quienes debieran brindarles apoyo y protección como derecho ciudadano, y al mismo tiempo los motiva a ejercer una conducta ejemplar . Y qué mejor caldo de cultivo para la delincuencia que la carencia y altos costos de los alimentos, de los carburantes, además de la falta de una educación acorde con las bases requeridas por la civilización. Los salarios de miseria que devengan los militares y policías les impiden cumplir con sus funciones de protección a cabalidad, y son ellos mismos quienes se lanzan a las calles a delinquir como único medio de subsistencia, también ante la indolencia de sus superiores y de la justicia.
Es por eso que “la distopía anticipa los peligros en potencia de las ideologías, prácticas y conductas sobre las cuales se rigen nuestras sociedades actuales: el socialismo, el capitalismo, el control estatal absoluto, el consumismo, la dependencia tecnológica, las transnacionales que nos exigen entregar nuestra atesorada soberanía, a cambio de mantener el paternalismo de los países menos desarrollados; y sobre todo, la impunidad, madre de la corrupción que corroe el mundo, y por ende, una de las mayores causas de la delincuencia en grado superlativo. Con razón delata el gran filósofo y lingüista norteamericano Noam Chomsky, que en los Estados Unidos de América, los partidos Demócrata y Republicano han abandonado sus principios para coexistir ambos en un único “Partido del Negocio”.
Mientras tanto, aquel paraíso idílico que un día fue nuestra nación, va adquiriendo las características de una sociedad distópica futurista, para convertirse en un estado que toma prestado a la ficción y podría volverse realidad en este nuestro presente intemporal.
De seguir nosotros el recorrido demencial quijotesco, nos acercaremos cada día más al descalabro económico de Puerto Rico, y peor aún al total abandono del pueblo venezolano en manos de un personaje desquiciado e ignorante, que forma parte del elenco de una tragedia latinoamericana titulada “Los Peligros de una Sociedad Distópica”