Los percances cuando la economía crece

<p>Los percances cuando la economía crece</p>

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Las presiones, de diversas instituciones, en torno a exigir mayores recursos que debían serles consignados en el presupuesto general de la Nación, aprobado en la víspera del día de Reyes, tuvo su origen en que el país haber sido sumergido en el torbellino de los tres bancos quebrados, en menos de dos años, repuntó y surgió como una de las economías más sólidas del continente.

Las páginas de los diarios se vieron inundadas de todos los que reclamaban mayores asignaciones presupuestarias, conociendo que el monto se había estimado en los $258 mil millones de pesos, pese a los ingresos del pasado año llegaron a los $190 mil millones de pesos, cifra asombrosa si se considera que se trata de una economía en recuperación, que arrastra el desfalco cometido con los bancos quebrados en el 2003.

El éxito logrado por las autoridades monetarias, desde que asumieron sus responsabilidades en agosto del 2004, fue el de frenar de manera notable la depreciación del peso, se estabilizaron los precios, la inflación comenzó a disminuir y el Banco Central registró apreciables reservas de divisas. Así volvió la confianza al país, de los organismos internacionales de financiamiento, colocando toda su atención al notable papel jugado por los artífices del milagro económico, que llevó la economía a crecer por encima del 11% para el pasado año, registrar una baja inflación que no llegó al 5% y mantener una tasa de cambio estable en torno a la meta del 33 por 1. Pero hay señales de un nerviosismo, fruto de una reforma fiscal trasnochada y diseñada para exprimir a los sectores productivos, y por ende, a los consumidores. Estos, durante el 2006, mantuvieron su percepción de que la economía estaba mal y marchaba por el rumbo equivocado, en donde el despilfarro del gobierno en las elecciones de mayo pasado y el aumento de la empleomanía, obligó a los políticos oficialistas a que de nuevo hicieran profesión de fe y propósito de enmienda de corregir tales distorsiones. Total que siempre la mayoría sabe que las promesas se quedan tan solo en buenas intenciones y se las lleva el viento, en un año preelectoral y con los impulsos de la reelección en marcha.

Las autoridades se vanagloriaron de su éxito como buenos recaudadores y como estabilizadores de la economía. Al anunciarse un presupuesto para el 2007 de tan notable monto, puso en movimiento a las instituciones que se nutren de los recursos públicos, que son extraídos a los contribuyentes de las más diversas formas. Los reclamos fueron muchos y varios organismos reclamaron que se respetara el porcentaje establecido por ley que les correspondía del presupuesto de la Nación.

Los jefes de las entidades estatales, que reclamaban mayor asignación presupuestaria, patalearon de las maneras más diversas, y al final, el premio mayor correspondió a los diputados para evitarles extravíos a la hora de oprimir el botón de las votaciones y que no equivocaran e hicieran causa común con la oposición.

Todos querían que se les atendiera generosamente, en un medio que ya un salario por encima de los $50 mil pesos mensuales es algo normal en los organismos de la administración del Estado. Lamentablemente la administración pública, centralizada o no, es un barril sin fondo que devora todos los recursos que llegan a sus cubiles.

No hay mejorías con tan cuantiosos montos presupuestarios en el funcionamiento de las instituciones. Vemos la permanente queja de los hospitales desabastecidos y tratando a los pacientes salvajemente con enfermos en cuidados intensivos tirados en el piso, los escolares llevando blocks a las escuelas para poder sentarse y sin pizarras para que los maestros impartan docencia o con un desayuno escolar que está dando lugar a casos de alimentos en mal estado. Por igual las carreteras y calles deteriorándose cada día y una supernumeraria empleomanía que se verá aumentada en este año por los aprestos políticos de la reelección. Ahora será necesario la camisa de fuerza de un vigilante FMI para evitar que el gallo loquismo de los políticos hagan perder los controles y tiren por tierra todo lo logrado en los pasados 29 meses.

Todos quieren más dinero del presupuesto y se atrincheran en torno a explicar que es para asegurar un mejor funcionamiento de las instituciones y olvidan que la economía todavía está en crisis. Y esto no es destacado cuando la realidad del déficit cuasi fiscal golpea al Banco Central. El oficialismo no se ajusta a esa realidad; la razón es muy simple, es el modo de cómo el gobierno atosiga con su abultada y despilfarradora propaganda que cubre los medios de comunicación y reparte jugosas prebendas.

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