A los perredeístas y simpatizantes

A los perredeístas y simpatizantes

La dirección del PRD, una vez ocurrida la derrota electoral del 2012, debió llevar a cabo un congreso con representantes de todos los municipios del país, con sus dirigentes nacionales y los teóricos pensadores del partido a fin de determinar los factores que incidieron en la derrota y establecer, al mismo tiempo, los correctivos de lugar para fortalecer este instrumento político y así alcanzar el poder en el 2016. Esto no se hizo. Lo que se ha hecho es una “cacería de brujas” que ha dividido la organización política en la corriente “institucional” y la corriente “moral”, lo que ha producido, según el pensador y politólogo Leonte Brea, “un equilibrio catastrófico” que no permite que ninguna corriente triunfe sobre la otra.

El PRD ha sido un partido con una ideología liberal, constructor de una historia hermosa de lucha por el establecimiento de la democracia y la libertad en el país y sostenido por una amplia base popular. Esas bases, precisamente, fueron las que lo bautizaron como el partido de la esperanza nacional. Pero ese sentimiento perredeísta albergado durante mucho tiempo en el alma nacional podría tener un límite. Así es, pues ninguna entrega política es para siempre. De ahí la necesidad de que el partido recobre su espíritu originario de redención social. Y esto sólo puede lograrse si sus dirigentes procuran resolver el conflicto y llevarlo al poder: sólo el poder le da sentido a un partido político y justifica y explica la adhesión emotiva o racional de sus bases.

Lo que decimos ha sido parte de la historia en otros países. Eso ocurrió en Venezuela en que los partidos mayoritarios Acción Democrática y COPEI, entre otros, se desinflaron, tomando su lugar el MVR – ahora Partido Unido Socialista Venezolano – y una alianza opositora denominada Mesa de la Unidad Democrática.

Este artículo lo escribimos para darle respuesta a una gran cantidad de compañeras y compañeros que se han comunicado con nosotros para conocer nuestra posición ante el conflicto y recibir orientación sobre la posición que deben adoptar ante una crisis que puede llevar al PRD a la inefectividad política.

Creemos, en definitiva, que los dirigentes de ambas corrientes, con vasta experiencia en el quehacer político, están obligados a buscar soluciones equilibradas en unas negociaciones que no deben tardar más tiempo, donde cada corriente ceda algo en busca de la reconciliación para cohesionar al PRD y ser nuevamente un partido con posibilidades de ganar la próxima contienda electoral. Esto es un reto histórico y quien crea que pueda lograr el triunfo por sí mismo está en la obligación de demostrarlo en agosto del 2016.

En una ocasión escribimos que debe primar la sensatez y la razón ante la soberbia y lo repetimos en esta ocasión. Por eso hacemos un llamado, a los dirigentes políticos más encumbrados del PRD, así como a los líderes de los sectores de la sociedad civil y religiosos para que intervengan en la solución del PRD. No esperen a que las pasiones se desborden y no haya, entonces, interlocutores válidos para detener las pasiones de una militancia que espera soluciones pacíficas pero que cada día sienten que se le han ido cerrando las puertas del diálogo y los soluciones consensuales como jurídicas les parecen cada vez más palabras vacías, huecas o retórica banal.

El PRD es hoy una nostalgia de un pasado glorioso. Su potencia política descansa en unas bases que esperan ansiosas la llegada de un redentor que las redima de sus penurias. Eso podría suceder en cualquier momento y entonces, muchos que han tomado partido en el juego de su defunción podrían lamentarlo. En consecuencia, de no tomarse los correctivos de lugar, esta institución podría devenir en un partido de bolsillo cuya función principal sería apoyar a los gobiernos de turno, lo que hasta hoy ha sido el PRSC después de la muerte de su caudillo Balaguer.

Consideramos que aún hay tiempo para salvar al PRD.

 

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