Los plásticos

Los plásticos

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Entre las acusaciones y contraacusaciones de algunos políticos de poca credibilidad, las necedades de abogados defensores de causas innobles, sacerdotes y pastores no católicos pedófilos, homosexuales que exhiben sus desvergüenzas en los medios de comunicación, mujeres cornúpetas, estudiantes mediocres y profesores infames, continúa la vida. Desde nadie sabe cuándo los hospitales no funcionan, las escuelas son un desastre, las construcciones del Estado son una fuente de corrupción, el poder se usa para dañar, la moral está de vacaciones y «la vida sigue su agitado curso».

La frase entrecomillada es del mejor dramaturgo dominicano: Manuel Antonio Rodríguez (Rodriguito), quien escribía un drama diario a partir de cuatro líneas suministradas en el parte de la Policía Nacional.

Pero mientras todo sigue igual, lamentablemente igual, algunos vivos se hacen ricos mediante el robo de fondos públicos en sus distintas modalidades, introduciendo contrabando, traficando con gente, con armas, con drogas. Y a nadie parece importarle si el traficante tiene los vínculos que pueden desviar la atención de la autoridad legal.

Pienso que peor que un fuego forestal, más tremendo que un temblor de tierra de cuatro grados, que una inundación del bajo Yuna, es lo que ocurre con los plásticos.

Lo primero que recuerdo fue una invasión de correas multicolores. Luego billeteras para jóvenes. Inesperadamente fuimos invadidos y continuamos ocupados por nadie sabe cuántos objetos de plástico.

El plástico es un producto no biodegradable; la biodegradación es el proceso de descomposición de una sustancia mediante la acción de organismos vivientes.

Hasta el descubrimiento del plástico los vasos, platos y cubiertos desechables, por ejemplo, eran de papel, de cartulina o de cartón procesado a partir del reciclaje, de la reconversión de papel y desperdicios de telas, entre otros elementos.

Del plástico en adelante tenemos hasta automóviles con la carrocería de plástico, para sólo citar un producto mayor.

Sillas, vasos, platos, cucharas, tenedores, cuchillos, botellas, botellones, calzados, envases de toda índole y un largo etcétera interminable es fabricado con material plástico.

Pese a los adelantos de que disfruta la clase que tiene acceso a la vida, el país tiene una rémora que pudiera sorprender a una serie de sabios que pontifica en los medios de comunicación, en la cátedra universitaria y en cualquier escenario, los principales problemas del país no son los que se airean permanentemente en una jugada de selección que oculta la realidad nacional.

Hace más daño el hacha de los poderosos robándose los mejores árboles de maderas preciosas que un fuego forestal.

Hace más daño la política de represión al campesino que lo convierte en enemigo del bosque, que un fuego forestal.

Hace más daño el permiso de explotar las piedras y la arena del lecho de los ríos, que no sembrar árboles para disminuir la evaporación.

Hace más daño usar terrenos de vocación agrícola para sembrar casitas de un piso.

Hace más daño permitir que surjan nuevos barrios marginados que aplicar la ley a quienes se roban terrenos del Estado o de particulares para construir chozas, restando mano de obra dominicana al campo, lo que permite el avance de millares de haitianos.

Hace más daño emplear trabajadores haitianos que pagar a los dominicanos lo que merecen por su labor, ya que nadie sabe en qué parará la invasión pacífica de los vecinos.

Por lo menos, comencemos por disminuir hasta eliminar los plásticos. Se puede. ¿Por qué no lo intentamos?

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