Por: Derik Báez Torres
En el último proceso electoral, la política dominicana reflejó un notable cambio en la manera en que los candidatos y partidos estructuraron estratégica y políticamente sus campañas electorales. Uno de los fenómenos más destacados fue la creciente inclinación de los candidatos por adoptar estrategias, tácticas y actitudes de figuras políticas de otros países. En este escrito, estudiaremos las razones que llevaron a algunos candidatos caricaturescos a usar chalecos antibalas, camisas de cuero con gafas de sol y asumir posiciones extremistas sin ningún aval estadístico.
El impacto de la globalización trajo consigo una apertura a medios de comunicación internacionales, que ha permitido que los políticos estén al tanto de las estrategias, en algunos casos exitosas, empleadas por sus homólogos en otras partes del mundo. Países como España, Brasil, Argentina, Chile y Estados Unidos han servido como referentes para las campañas políticas en la República Dominicana. Los políticos del patio se han dedicado a hacer copias fieles de las tácticas empleadas, sin ni siquiera analizar las diferencias sociológicas que podrían influir en la efectividad de estas, haciendo en la mayoría de los casos el ridículo frente al electorado.
El modelo de campaña digital, popularizado por Barack Obama en las elecciones de los años 2008 y 2012, y perfeccionado por el fenómeno del marketing político en El Salvador, Nayib Bukele, ha sido adoptado por los políticos locales. En algunos casos, esta estrategia ha tenido una alta efectividad, como el video viral del piano bien tocado bajo un remix de la icónica canción “Still” de Dr. Dre. En otros, no ha sido muy efectivo: el desdoblamiento de una figura sobria de la política local, colocándolo de “DJ” y haciendo bailes de dembow, como si fuera un abuelo con sus nietos, para conectar con el electorado.
Otra tendencia importada es el uso excesivo del populismo y la retórica nacionalista. Al igual que líderes como Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil o Javier Milei en Argentina, algunos políticos dominicanos han asumido un discurso que apela a los sentimientos nacionalistas y la frustración del electorado con el statu quo. También han recurrido a críticas de género o de inclinaciones sexuales, intentando generar un discurso de confrontación en un país carente de sectores ideológicos radicalizados que incidan en los resultados electorales. Muchos pasaron vergüenza ajena en los famosos debates que por vez primera se llevaron a cabo en el país, ya que intentaban tener algún tipo de confrontación sin tener quien se interesara dentro del panel por replicarles y mucho menos quien se interesara de la audiencia por votarles. Solo hay que ver sus resultados electorales para evidenciar el ridículo estratégico al que llevaron sus candidaturas.
La adopción de estas estrategias ha tenido efectos mixtos en la política dominicana. Por un lado, ha modernizado las campañas, haciéndolas más profesionales y eficientes. Los candidatos pueden llegar a un electorado más amplio y diverso, y las campañas pueden adaptarse rápidamente a los cambios en la opinión pública. Sin embargo, también ha llevado a un aumento del cinismo y la desconfianza en la política. La percepción de que los políticos están más interesados en imitar tácticas extranjeras que en abordar los problemas locales ha generado descontento entre los votantes. Además, el énfasis en el carisma y la retórica populista a menudo eclipsa el debate sobre políticas públicas y soluciones a largo plazo para los problemas del país.
Y es que si el político ha tenido acceso a imitar perfiles internacionales, el elector tiene acceso a descubrir la piratería barata y optar por perfiles que no sean solo un “copy paste” de cualquier red social.
En síntesis, la imitación de estrategias políticas extranjeras por parte de los políticos dominicanos es un reflejo de la globalización y la interconexión del mundo moderno. Si bien ha traído ciertos beneficios en términos de profesionalización de las campañas, también plantea desafíos significativos para la integridad y la autenticidad de la política nacional. En última instancia, los políticos dominicanos deben encontrar un equilibrio entre aprender de las mejores prácticas internacionales y desarrollar estrategias que respondan verdaderamente a las necesidades y aspiraciones del pueblo dominicano, sin la necesidad de caer en chalecos antibalas, chaquetas de cuero con gafas de sol y posiciones extremistas.