Aquellos políticos que han surgido en países que han padecido severas dictaduras por largo tiempo y después de liberarse se sumergen en una desenfrenada carrera de hacer todo lo que prohibían las dictaduras, se les impregna, a casi todos, la creencia de ser los elegidos del destino y ponen en práctica muchas de las usanzas de los regímenes absolutistas desplazados.
La vida en libertad de los dominicanos, en los pasados 50 años no es en nada diferente a los que han vivido otros países de bajo nivel cultural, de desarrollo y con la tradición del mesianismo de los políticos que reemplazan a los que habían sido los antiguos dictadores. Para el país, más de la mitad de su vida republicana, ha sido bajo la mano férrea de los amantes del poder para supuestamente ofrecer lo mejor de ellos y engrandecer al país.
Pero lo más interesante de los pasados 50 años de la vida dominicana ha sido el deterioro notable del sistema educativo oficial, pese al florecimiento de las universidades que acogen a millares de jóvenes inquietos, anhelantes de prepararse para entrar a un mercado laboral demandante de mejores capacidades y habilidades.
El deterioro de la educación oficial, y en consecuencia la general del país, tuvo su origen desde el instante que las aulas se politizaron con los primeros gremios magisteriales, que dominados por la izquierda, buscaron todos los recursos y medios de cretinizar el sistema educativo de la niñez y la juventud, para que fuera más castrada mentalmente, e inadecuada para impulsar al país en un programa de desarrollo sostenido.
A lo anterior se unió el descubrimiento, por parte de los líderes políticos que han llegado a la presidencia del país, que lo ideal era tener a mano una feligresía política ignorante, conformándose con un bono de solidaridad, un bono gas o una botella en la administración pública. Tal conducta hizo que la educación pública ya no fuera una prioridad en cuanto a la asignación de recursos. Entonces se impuso la idea norteamericana de darle al sector privado la prioridad de la educación de preparar los recursos humanos necesarios, pero no suficientes para que siempre existiera una masa ignorante, gravitando en torno a satisfacer las maniobras de los políticos. Cada año, pese a que por ley se establece un 4% del PIB para la educación y que se incluya en la ley de gastos públicos, tal mandato no se cumple y apenas roza el 1.98%. Es obvio que la razón es complacer a los mandatarios de turno que procuran por todos los medios llevar a cabo impresionantes programas de obras públicas, y que ahora, con la modalidad de los préstamos brasileños, inflados en sus valores, abre las puertas a todo tipo de maniobras que caen dentro de la avispada imaginación de los dominicanos.
La educación está en crisis. El sistema político imperante se siente a gusto con tal situación, pues le permite continuar ahogando a la mayoría de la población en la ignorancia. De esa manera puede dominar a la escasa parte de los dominicanos bien preparados en cuanto a su educación y capaz de enfrentar los retos del desarrollo, pero tiene en contra el pesado lastre de la porción de la población de escasa preparación.