Las economías se encarecen todos los años, relativamente poco las desarrolladas, más las emergentes y mucho más las que no califican como tales. A mayor atraso, también la inflación, que se centra en los alimentos, por eso es un impuesto regresivo que se come el salario.
Lo que debe controlarse es el ritmo de aumento anual, como lo hace nuestro Banco Central. Acaba de informarnos que la inflación de marzo fue -0.20%, la acumulada (interanual) del primer trimestre del año se redujo a 3.14%, es decir, alrededor de lo que se espera, por menores precios (respecto a febrero) pagados por alimentos, bebidas no alcohólicas, viviendas, transporte, gasolina, gasoil y gas licuado de petróleo. Como en febrero sucedió lo contrario, los precios (con relación a enero) aumentaron en 0.42%.
Es destacable que el comportamiento tuvo lugar en un contexto externo que tiende a complicarse cada vez más. Trump puso patas arriba la política en Estados Unidos y la internacional, sembrando más incertidumbre y volatilidad en el precio de los alimentos, petróleo, otras materias primas y bonos soberanos. Cuando se agrega que carece de un programa económico, la economía en Estados Unidos y la del mundo corren el riesgo de retroceder.
Debemos autocriticarnos, no aprovechamos el ciclo de inflación baja y estable para vincularla con el salario mínimo y garantizar su poder adquisitivo. Para fijar una regla consensuada, que sin discusión se use cada cierto tiempo para aumentar la remuneración del trabajo.
Desde hace cinco años tenemos una de las inflaciones más bajas de América Latina, promedió 2.68%, sin embargo, permitimos que se acumulara un peligroso atraso en el salario mínimo. Probablemente porque incorrectamente algunos siguen pensando la competitividad se preserva devaluando el salario, cuando en realidad se logra con un tipo de cambio real que oscile alrededor del equilibrado, como el que hemos tenido en los últimos años.
Varias son las consecuencias económicas y sociales del atraso acumulado en el salario mínimo, cito algunas. No se reduce la informalidad laboral; el impuesto por ingreso del trabajo no aumenta con la economía; es causa eficiente del aumento de la pobreza monetaria, y ha sido una de las razones que ha tenido el Banco Central para no permitir que el país se haga más caro, evitando que la tasa de cambio suba, cuando se han presentado excesos de demanda de dólares no justificado por los fundamentos económicos. A propósito, es lo que no toman en cuenta los que abogan por la peligrosa política “dejar hacer-dejar pasar” en materia cambiaria.
Como dije al inicio, todos los años los precios suben, entonces el salario mínimo también debe elevarse cada cierto tiempo. Lo que procede es iniciar el proceso de desmonte del atraso acumulado, sabiendo que el Gobierno es un árbitro, que las condiciones las establecen empresarios y trabajadores. Prevaleciendo la regla de oro: el salario mínimo debe aumentar, también el empleo.
Si los empresarios plantean y demuestran con números que se destruyen plazas de trabajo subiendo el salario mínimo en 20%, hay que ponerles caso, volver a la mesa de negociación, corregir lo que sea necesario, porque lo primero es preservar la estabilidad de precios, incluyendo el salario.