Por alrededor de 50 años escribiendo, he sido coherente señalando el peligro que representan los conflictos de intereses como fuentes generadoras de acciones que tocan aspectos directamente ligados a la ética y a la moral.
Eso lo he reiterado incluso siendo funcionario durante los períodos de gobierno de Balaguer, Don Antonio, Jorge Blanco e Hipólito Mejía. Igualmente durante los períodos Leonel y Danilo.
Porque más que críticas han representado advertencias sanas. Deseos de que se eviten acciones que a la postre acarrearán consecuencias indeseables.
Algunos lo tuvieron presente, pero otros lo ignoraron.
Eso lo recordarán quienes han leído a través del tiempo mis artículos en La Noticia, El Sol, Nuevo Diario, El Siglo y en este mismo medio.
Desde joven me motivó mucho lo que escribió un gran pensador cristiano: “Los conflictos de intereses son la madre de lo malo e impuro. Lo que limita un accionar libre de vicios y criterios lógicos y morales.
La toma de decisiones por parte de personas o grupos que obedecen a intereses particulares o personales, no solo limitan la pureza y transparencia de lo que se ejecuta, sino que impide la sana competencia, la limpieza y casi siempre están cargadas de privilegios irritantes que no son, sino otra forma de corrupción, pero con etiqueta o formalidad”.
Y lo he reiterado permanentemente, porque aunque mucha gente piensa que los presidentes son omnipotentes, omnisapientes e incluso infalibles, ellos, los presidentes son humanos. Tienen sus agendas bien repletas de actividades. Obligados a hacerle frente a tantos compromisos, problemas y reclamos cotidianos, muchas veces han pasado por alto acciones.
Confiándolas o dejándolas a libre decisión de los organismos correspondientes, pudieron no haberse percatado de detalles importantes.
Pero muchos políticos y funcionarios igual vivían envueltos en actividades particulares que les robaban más de la mitad del tiempo. Se desligaron de determinadas toma de decisiones. No le dieron la importancia que merecían.
Unos se hicieron los desentendidos. Otros se enredaron en los hilos de la telaraña que se ha tejido a lo largo y ancho de los intereses de poder. Prefirieron tomar el camino del dejar hacer y dejar pasar. No necesariamente por falta de interés o conocimiento, sino quizás, porque los intereses penetraron a tal punto, que les impidieron tomar decisiones sabias y oportunas, o se enredaron en ellos.
Sin embargo, la gente común casi nunca obedece a otros intereses que no sean sus propias necesidades. Y como no tienen hilos que muevan sus conductas que no sean sus necesidades, sacan conclusiones más lógicas y simples que las cúpulas y los propios dirigentes. Sea en el orden político, social, económico, cultural, deportivo, comunicación, incluso de orden moral.
Como están libres de ataduras y de conflictos, son capaces de sacar conclusiones libres y simples, pero casi siempre lógicas. Ven y perciben y se forman ideas.
Por eso es conveniente reiterarlo de manera permanente.
Ayer, hoy y siempre. Evitar que los hilos que durante años han movido los intereses, puedan penetrar y crear conflictos que afecten las mejores intenciones de los gobiernos y los presidentes.