Los productores nacionales y
la competencia China en Haití

Los productores nacionales y<BR>la competencia China en Haití

MARÍA ELENA MUÑOZ
Fue en ese marco convulsionado por la confluencia de intereses inesperados, como el que determina la presencia de la China continental en el oeste de nuestra isla, que el sector mercantil nativo recibió el impacto de un reportaje que traía un diario local ( ver «Listín Diario», sección D, pág. 1ra, del 28/9/2007)  donde la Asociación de Industrias de la Región Norte (AIREN)  denunciaba los efectos negativos que estaba teniendo en el intercambio comercial con Haití la entrada masiva de productos chinos al vecino país, con aranceles más bajos con los que usualmente son gravados los nuestros allí. Esta situación implica una competencia a todas luces desleal, nociva para el país, tendiente a la desestabilización de dicho intercambio, como ha sucedido en otros escenarios, como por ejemplo en México y los propios Estados Unidos.

Pero en el caso que nos ocupa, la situación se vislumbra peor, dado el hecho de que Haití es considerado oficialmente nuestro segundo socio comercial,  aunque en la práctica aparece como el primero. Por lo tanto, este asunto debe promover a presurosas iniciativas en el plano bilateral, las que trataremos luego, no sin antes llamar la atención de otras implicaciones internas y externas de delicado matiz político social, aparte del económico señalado aquí, que trae aparejada esta incursión asiática en el oeste vecino. En cuanto a las primeras hay que recordar el rol que han jugado los productores nacionales del Cibao en la conformación del desarrollo histórico dominicano, siendo protagonistas potenciales del proceso que determinó el surgimiento de la República en 1844.

Esto así porque ellos, especialmente la pequeña burguesía tabaquera cibaeña y demás sectores ligados al comercio, tenían conciencia de que del desarrollo y fortalecimiento de la clase media en embrión, dependía el triunfo del proyecto nacionalista. Desarrollo que estaba frenado por el dogal que apretaba su garganta desde los tiempos coloniales, allá por 1503, en función de la política monopolista española que le impedía el ejercicio del libre comercio con otra nación que no fuera la propia metrópoli.

En este sentido, nos reseña la historiografía científica (ver obra de Beabrun Ardouin, Etudes sur L’Histoire de Haití», Tomo IX , Pag. 112 y ss., reproducido por Jean Price Mars, en «La República Dominicana y la República de Haití». Tomo I, pág. 115 y ss.)  que para liberarse de ese yugo y acceder al poder económico, político y militar del país, aquellos grupos medios, fueron capaces de llamar a Boyer en 1822, en el diseño de una estrategia inusual, y hasta considerada heriática analizada fuera de contexto, pero muy inteligente, pues estaba llamada a beneficiarse de las conquistas de la Revolución haitiana, con fines ulteriores.

Una de ellas que derogaba el monopolio español, instituyendo la libertad del comercio, objetivo supremo perseguido  – otra le aseguraba la propiedad de la tierra – ambas reivindicaciones que al fortalecer su condición de clase, le iban a permitir luego librarse de la propia dominación vecina, en vías de la independencia, tal como sucedió.

Abanderados entonces de la consigna de que la consecución de sus intereses de clase y el ideal independentista, eran inseparables, libraron desde entonces los más fieros combates, para derribar aquella barrera. Sin embargo, la ofensiva no solo fue dirigida contra los enemigos externos en los campos de batalla, sino también contra los internos, en otros espacios de hostilidad. Entre los primeros evocamos entre otros, los de las luchas libertarias contra Haití, que lideraron Duarte y demás trinitarios, siendo el primer Padre de la Patria y muchos de sus seguidores, descendientes de comerciantes, al igual que los restauradores y su dirigente el general Luperón, en la guerra contra la anexión a España.

En cuanto a los segundos, recordemos la Revolución del 1858 en el mismo escenario cibaeño, cuando el Presidente B. Báez, provocó la inestabilidad económica del sector mencionado, con los efectos negativos que causó a la producción nacional, especialmente a la tabaquera, la emisión desmesurada de papeletas inorgánicas. En este contexto, también hay que anotar las movilizaciones armadas de Luperón y seguidores, cuando de nuevo Báez, en reiteración de sus planes antinacionales, intentó incorporar la República a EUA, en 1870, y la participación del susodicho sector en los planes conspirativos y magnicidas contra Lilís, Mon Cáceres y otros, cada vez que se confabularon contra el orden imperante en el país, o contra la integridad nacional.

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