Los programas no se cumplen

Los programas no se cumplen

Querido Lector, alguna vez te has preguntado ¿cómo sería el país si se hubiesen cumplido siquiera la mitad de las promesas electorales de las cuatro últimas elecciones? De seguro estaríamos muy desarrollados y el desempleo más bajo de América, las mejores y más amplias carreteras y los menores impuestos de la zona.

Nuestros nietos estudiarían en las escuelas públicas mejores dotadas y mejores equipadas y recibirían desde el inicio de sus estudios clases de inglés, creole y francés y además cuando se enfermen seríamos atendidos inmediatamente en consultorios adecuados y en hospitales al grito de la última tecnología de punta.

Hay casos en que nuestros aspirantes a la presidencia, vicepresidencia, senadores, síndicos y diputados ha propuesto ofertas muy singulares, más propias de una utopía de la antigua Grecia que de un Estado Moderno.

Ha habido munícipes hace años que han propuesto hacer puertos y playas donde la razón indica que es imposible, hasta los que hay que han propuesto mejoras salariales que incluyen el pago de vacaciones a las amas de casa, así como una habitación de hospital para cada habitante, sólo falta que ofrezcan trenes de alta velocidad.

Si nuestros lectores tomaran en cuenta la oferta electoral como si se tratase de un contrato político, como suele hacerse en las democracias anglosajonas, hace tiempo que existiría un partido de la abstención que ganaría por mayoría absoluta, porque en Dominicana, el mercado de campaña, hace que se vote hasta con las tripas y con el corazón. Pero ellos son felices, la clase dirigente pierde por eso credibilidad y siembra escepticismo colectivo sin tenerse que enfrentar a sus absurdos compromisos.

Es que como he señalado en otros artículos, el recuerdo del ilustre dirigente político español Tierno Galván, cínico en demasía, dijo una vez, «que las promesas están para no cumplirse» o como también el líder francés Miterrand, señaló, «las promesas sólo obligan a quienes la creen».

Ya aquí nadie cree ni confía en promesas electorales y mucho menos en programas de gobierno. Por eso los partidos políticos ni siquiera hacen estas ofertas, salvo en los casos de mantener viva esa nostalgia del pasado.

A veces, algún uno que otro gobierno, como una sorpresa para el electorado, se atreve a cumplir algún enunciado, por eso uno que otro gobernante, ha tenido un desencuentro con la opinión pública y los medios de comunicación.

En estos tiempos de optimistas profesionales electoralistas, desbordados por su propia elocuencia, cabe recordar a Macbeth, cuando dijo «No son más que cuentos contados por idiotas, llenos de ruido y furia, que nada significan». Las promesas electorales son como las bienaventuranzas, que se han prodigado tanto que se ha llegado a hinchar las cifras en dinero de las obras realizadas, pero financiadas con préstamos, no con recursos nacionales. Es que los que menos posibilidades tienen de ganar en las urnas, son los que hacen los despilfarros con pólvora de salvas. Es una ola de orgías de dispendios irrealizables, los que éstos orates sin distinción, ofrecen es un diálogo chantajeado. Por cuanto cada cuatro años llega el tiempo electoral -del que jamás hemos salido-, se tira de la memoria para observarse en un manantial de sabidurías archivadas por los candidatos menos preciados por el electorado. Unos porque gobernaron mal, otros porque desde la oposición no presionaron o no acosaron lo bastante.

Pero como es de esperarse, los lectores, sabrán distinguir, según los competidores en la venta de ilusiones y cambiaría, si el elector es lúcido y sabe valorar lo vacuo de los mensajes, y tal vez, de la caja de Pandora se pasaría al cuerno de la abundancia real, lo cual dudamos, porque los que vivimos en esta etapa de nuestra República, son bienaventuranzas de cada cuatro años anunciadas en los diversos sermones de la montaña, porque los profetas han entrado en la temporada de fiebre. Si no aportamos una dosis pequeña de fe, ¿Quién nos resolverá!?. Meditemos seriamente, porque en las elecciones no sólo se juega millones de pesos, se juega el futuro, el prestigio y pasar después del 16 de mayo a ser mucho o casi nada.

Lo único cierto que podemos decir es que todos los candidatos ofrecen lo mismo, vacuidad. Y que la campaña en su recta final, no tendrá sorpresas.

Los candidatos vienen repitiendo lo mismo sólo que ya tendrán que pisar el acelerador de sus ofertas y de sus críticas y abandonar el triunfalismo y los soez de sus discursos y sus diatribas. Unos y otros si continúan irritando al pueblo, sobre todo en las ofertas sociales y de salud, que no cumplirán por falta de recursos y porque el país no resiste más préstamos, perderán el respeto. Pero seguirán las ventas de sueños, que sólo Calderón de la Barca, pudo forjar. Ahora se viven otros años y otras ilusiones y los magos sólo fueron acertados cuando el nacimiento de Jesús.

Sólo nos resta decir que la campaña electoral es como el famoso sueño de Jauja y la Fuente de la Eterna Juventud y que lo que ofrecen los candidatos son cándidos regalos que no importa quien gane, ataremos los perros con longaniza, porque los políticos todos dicen lo mismo.

El Eclesiastés, precisa que el número de tontos es infinito y como entre los votantes hay muchos tontos, como existen en todas partes y el voto del tonto cuenta como el de usted y el mío, ¡Grandeza de la democracia! Así también los hay que permanecen fieles a las siglas y a un partido sin fijarse en lo que dicen os líderes, es decir, en las mentiras y promesas de campaña, debemos todos estar alertas para contrarrestar a estos sumisos y evitar un cataclismo electoral, sobretodo que esta campaña electoral ha sido rica en tránsfugas de alto calibre que se inventaron el truco de los beneficiarios. Hay muchos tontos, que votan pero no todo el que vota es tonto y sepan los ingenuos que no todos los tontos comulgan con la reelección, pues ellos saben que las tonterías como las desgracias jamás vienen solas y las ambiciones de algunos líderes se salen de las pistas de aterrizaje. El pueblo, ésta vez, debe renunciar de los beneficios de los errores que cometen ciertos líderes que se pasan de listos. A votar todos por la verdadera democracia sin reelección.

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