¡Los pueblos tienen el gobierno que se merecen!

¡Los pueblos tienen el gobierno que se merecen!

Quedé pasmado. Esa proclama insólita, desdichada, estalló en mis oídos como un petardo que quebró mi cerebro. No podía creer que alguien con alto nivel social, cultural, educativo y político pudiera sostener con una autoridad que no admite replica semejante afrenta. Esa temeraria acusación era común en labios de la clase social, política y económica dominante, conservadora y reaccionaria, matrimoniada con el poder para librarse de las consecuencias nefastas de dictaduras y malos gobiernos por ella patrocinados. Se victimizaba al pueblo, condenado a la miseria e ignorancia, para atribuirle las tantas vejaciones y desgracias sufridas por este y por la patria.
Herida de muerte la feroz dictadura con el ajusticiamiento del benemérito “Benefactor y Padre de la Patria Nueva, el pueblo mostró su valor y coraje como tantas veces en la historia en la lucha por su soberanía y su libertad.
En las primeras elecciones libres y democráticas, muerto el dictador, se trató taimadamente de reivindicar al “noble y sufrido pueblo”. Pero ya antes otras voces, más confiables y auténticas, con sangre de martirologio, con su grito: “Libertad o muerte” habían abierto nuevos senderos. La expedición del 14 de junio y su cruento exterminio aceleró el fin del oprobioso régimen de Trujillo y el advenimiento de una democracia creíble y esperanzadora, emprendiendo no un simple “borrón y cuenta nueva”, sino la tarea fatigosa educativa, moralizante del Profesor: “Vergüenza contra dinero”, que no ha concluido. La concientización de existencia de diferentes clases sociales y económicas, de “tutumpotes e hijos de Machepa”, que supo asimilar y dignificar con su voto este pueblo, el verdadero pueblo, para abrirse un camino más venturoso llevando al poder a un líder democrático auténtico, de integridad intachable, que le legó con su ejemplo de vida y de gobierno una Constitución jamás desconocida ni mancillada durante su breve mandato, derrocado por un funesto golpe de Estado cívico-militar, no por el pueblo, apoyado por el imperialismo yanqui que nunca sospechó que ese pueblo, no otro, junto con los militares constitucionalistas, iba a lanzarse a las calles y combatir con las armas a sus enemigos y aliados, las hordas invasoras,un abril luminoso de 1965.
Nuevamente engañado, el pueblo ingenuo creyó en la “Revolución sin sangre” y fue víctima de fraudes electorales, de persecución política, represión, crímenes y deportaciones, de corrupción que eufemísticamente se detenía en las puertas del usurpador durante sus 12 luctuosos años.
El pueblo, con su voto, lo desplazó del poder, confiado en el Partido Blanco que al menos rescató la fe en la democracia, hoy desarticulada y descreída por facciones del PLD y su gobierno que este pueblo, justamente indignado, rechaza, porque no se lo merece.
Aquella declaración tremebunda me hizo recordar a Arturo Uslar Pietri y su célebre “Oración Fúnebre”: ¨Aquellos que habían tenido el poder se iban a convertir súbitamente en débiles perseguidos, los ricos iban a huir, a esconder su riqueza mal habida, las casas de los poderosos iban a quedar vacías y gente inesperada surgirán con duras caras de justicieros a cobrar, a reclamar, a vengarse de tantos años de rencor callado.” ¡Dios nos libre!

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