Los que amamos a Yaqui

Los que amamos a Yaqui

ÁNGELA PEÑA
Yaqui es una persona que se da a querer. Es el maestro provinciano que ha mantenido el afecto y la calidez propios de los pueblerinos a pesar de ser la figura protagónica y estelar de la televisión, la comunicación, la poesía, la música. Durante años fue el amo de la pantalla chica mañana, tarde y noche y jamás trató con desplante, desprecio o arrogancia a los que se acercaban tras un espacio o buscando poner de manifiesto aptitudes y talentos.

El zar siempre ha tenido olfato para adivinar genialidades o mediocridades y así, sólo el inepto e incapaz no encontró oportunidades en los tantos canales en los que Yaqui fue voz y mando, inteligencia creativa que supo interpretar el gusto popular y llevar canto, humor, opinión, información, cultura, denuncias y protestas a través de su palabra y de sus escogidos.

Es difícil encontrar a quien tenga el don de expresarse correctamente unido al arte de decirlo con facilidad y sencillez. Pero más escaso es unir a esas cualidades la virtud de hacerse atractivo, la magia de cautivar, la habilidad de sobreponerse a lo superficial y frívolo para brindar un material que dentro de la diversidad es oportuno, valioso, útil, sustancioso, elevado, intenso, penetrante y sabroso. De esa manera ha concebido Yaqui la producción de sus programas de radio y televisión que lo han convertido en un ícono. Comunicar es su oficio. Seguir siendo único, insuperable, son condiciones que le persiguen.

El querido Yaqui ha sobresalido también porque en una sociedad donde abundan la prepotencia y el resentimiento, él se ha mantenido sencillo y humilde, aun consciente de sus pericias y destrezas, de la exclusividad para transmitir ideas que parece que Dios le reservó como regalo de vida. Su amigo de hoy es el de siempre a pesar de las diferencias y encontronazos propios de los humanos y de ese mundillo de intrigas, confabulaciones y embrollos que es la farándula. Posee el carisma del perdón, la singular potestad de no ser rencoroso.

Esas cualidades lo hacen uno de los seres humanos más admirados y apreciados no sólo por quienes siguen al profesional sino por un interminable desfile de discípulos agradecidos que hoy están en los medios gracias a que Yaqui los lanzó o descubrió. Por eso ha creado tal preocupación la inesperada enfermedad de este maestro bueno y generoso. El martes todavía estaba internado en el Presbiterian Medical Center donde le hicieron un cateterismo y le dejaron colocado un stent o microcilindro que curó la lesión y las obstrucciones que le provocaron el infarto sufrido a mediados de noviembre.

Un amigo, Félix Cabrera, lo sacó del país y cubrió todos los altos costos de su tratamiento en Nueva York. Yaqui fue asistido por los mismos médicos que atendieron a Bill Clinton. Anteayer fue dado de alta e irradiaba felicidad: el procedimiento no duró una hora y el doctor Waserman, que lo practicó, le comunicó que quedó perfecto, que ya no es un enfermo del corazón. Ahora sólo espera unas pruebas digestivas para regresar el próximo 21, aunque deba volver para chequeos en el 2005.

Su pasión creativa es enfermiza: aun en ese estado está haciendo publicidad, ofreciendo talleres de comunicación, realizando un programa semanal de radio o televisión dizque para tener allí un pie productivo en dólares y un seguro médico para comprar las medicinas. Locuras del Núñez… Pero gracias a Dios, en este mismo mes los amigos que lo queremos estaremos otra vez con Yaqui para celebrar su recuperación junto a la llegada del nuevo año.

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