Los que amargaron el 2006

<p>Los que amargaron el 2006</p>

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Faltando tres días para concluir el año, es la costumbre de pasar revista a los acontecimientos que sucedieron en los pasados 362 días, ya fuera en nuestro entorno personal y familiar, a nivel nacional o mundial, de forma que nos quede la sensación del deber cumplido y así conocer si cumplimos con nuestra parte, como seres trascendentes, dispuestos en los designios de Dios, para hacer del planeta un mejor lugar para compartir y vivir.

Para el país, como siempre en los últimos 50 años, ocurrieron demasiados acontecimientos provocados por las ambiciones de los políticos que trastornaron por completo el buen vivir y amargaron la vida nacional. La vida la convirtieron en algo miserable y llena de una corrupción que apesta e infecta la nacionalidad, a tal punto que naciones como los Estados Unidos buscan por todos los medios que se produzca una integración con Haití, para ver si surge una sociedad más manejable y menos caótica que la actual, preñada de malos instintos y dispuesta a arrasar con todo lo que se le pone por delante.

Un selecto equipo de dedicados tecnócratas, con el apoyo del presidente Fernández, lograron el milagro de recuperar la estabilidad económica, después de haber estado sumido el país en un hoyo de impredecibles consecuencias a raíz de la quiebra descarada en el 2003 de los bancos comerciales. Ha sido tan notable la recuperación, que los índices de crecimiento alcanzados han sido destacados por la CEPAL, así como el FMI y el Banco Mundial con lo cual han dejado las puertas abiertas para las revisiones del acuerdo stand by y nuevos préstamos han sido concedidos al país para atender necesidades urgentes de determinadas áreas sociales.

Una buena mayoría de la población percibe que su situación económica personal está muy mala, sin embargo, hay condiciones mucho más interesantes, que han permitido consolidar diversas áreas de la economía como es el bajo índice de inflación, tasa de cambio estable y reservas en divisas como nunca antes. Estamos preparados para un despegue, que estará en las manos de los dominicanos aprovecharla, si es que el gallo loquismo de los políticos no lo echa todo a perder, en particular los que gobiernan si no malgastaran los recursos colocados en sus manos.

Sin dudas hubo una notable mejoría en la producción agropecuaria cuando cerca de cuatro millones de turistas, junto a más de dos millones de haitianos y los nueve millones de dominicanos, se alimentaron con lo que produjo el campo dominicano, pese a que los productores del sector viven gritando miserias, mientras se desplazan por las calles y carreteras en las jeepetas último modelo, que ni siquiera se ven en tal cantidad en países más desarrollados.

Hubo progresos en el campo educativo, aún cuando las grandes fallas por la falta de mantenimiento de las escuelas y la endémica politiquería de los maestros, atascaron los esfuerzos oficiales para insuflar nueva vida a un sector, que cada día se pone de manifiesto, es el principal lastre que nos encalla en el subdesarrollo, cuando el nivel educativo del estudiantado es el peor del continente con una pobre inversión del presupuesto nacional.

El alto grado de peligrosidad que alcanzó la delincuencia obligó a medidas heroicas que han dado resultados parciales de mejoría, pero todavía se vive bajo el temor a las patrullas que asalten al peatón solicitando dádivas después de preguntar si uno es militar. El robo de cables eléctricos alcanzó niveles muy preocupantes, en que ni siquiera el gobierno ha emitido un decreto para prohibir la exportación; tan solo una orden administrativa de Aduanas pretende frenar ese descarado negocio, exigiendo un simple certificado de origen del cobre a exportar cuando se sabe que es robado.

Notable ha sido el avance de los trabajos del Metro, que contra viento y marea, avanza a ritmo acelerado ya que los recursos no faltan, cosa que no ocurre con otros proyectos oficiales que se encuentran paralizados porque el gobierno no les paga a los contratistas. Las carreteras se están deteriorando a la carrera por falta de mantenimiento, como ocurre con la de Nagua y Samaná. La autopista a Baní experimenta un buen ritmo de avance, así como la presa de Pinalito, pero la de Monte Grande se ha encasquillado como ocurre con el acueducto oriental.

Y el lastre más pesado para el país ha sido la parálisis de las autoridades para enfrentar el caos energético, en donde los generadores y distribuidores llevan de brazo, a donde ellos quieren, al gobierno. No habido forma de desenredar las trabas que impiden revisar los contratos. Tendrá que surgir un Alejandro Magno, que cortó el nudo gordiano con su espada, sin tener que tratar de desatarlo como era el desafío mitológico.

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