Los que se fajaron en el 2000

Los que se fajaron en el 2000

DONALD GUERRERO MARTÍNEZ
Los lazos de amistad, no importa cuán duraderos hayan sido, nunca son herramientas para la acción del bien gobernar. Lo sabía el Presidente Joaquín Balaguer. Por eso, en una de sus tomas de posesión declaró, para que lo oyera el país, que sólo tenía compromisos «con Dios y con la Patria». Quedaban así eliminadas, o por lo menos neutralizadas las presiones existentes o eventuales, no importa que fueran de sectores aliados.

Empero, gobernó con todos. Tal vez Balaguer conocía lo dicho por Napoleón: «un hombre de Estado debe tener el corazón en la cabeza».

El ex presidente, de pretendida reelección derrotada, quiso gobernar con amigos. Más que un querer, fue un propósito determinado. «Los puestos (empleos públicos) son para los que se fajaron, dijo muchas veces. Y con esa fórmula olvidó -eso también- su promesa de gobernar para todos sin olvidarse de los suyos. Lo que hizo fue gobernar para los suyos, olvidándose de todos.

Para el efecto, le confió a sus amigos, algunos de más de veinte años, las más importantes funciones públicas, y se aferró a ellos como pegados a los despachos oficiales con alquitrán. En eso igualó al régimen de Salvador Jorge Blanco, de ingrata recordación para el país. Es un ex presidente que salido del poder no ha significado nada.

Para nada le interesaron, menos le sirvieron al ex presidente inmediato las observaciones de buena fe que le llegaban acerca de desempeños ineficientes o ejercicios dispendiosos. Tampoco las sugerencias para reemplazar por lo menos a algunos llevados a posiciones neurálgicas, cuyas sustituciones parecían oportunas y convenientes para la administración. Aquel «se queda ahí, se queda ahí aunque haya dispendio», retumba todavía en el enojo público. Referíase a un funcionario en cuyo ejercicio fueron detectadas, y denunciadas en un programa de televisión, varias irregularidades.

Fue un ejemplo patente del propósito de gobernar con sus amigos. No es igual, pero tiene similitud con el caso del diputado vegano traficante con ciudadanos chinos ilegales.

No es ocioso recordar que previamente a su toma de posesión en el 2000, le dijo a sus correligionarios de Nueva York que los funcionarios de su mandato iban a durar un año en los puestos, a lo sumo dos, aquellos que conectaran mejor con la comunidad. Afirmó entonces que «repartir la tortilla» era un deseo de Peña Gómez. Pero ese decir también se olvidó entre otros. Muchas veces habló de encuestas cotidianas que le mantenían informado de cómo andaba la administración y sus amigos funcionarios. Entonces, puede ser que en base a esas encuestas consolidara su propósito de quedarse junto a los que, con su aceptación, tejieron los lazos que lo maniataron hasta la situación de peligro del caballo que se desnuca cuando se le amarra a soga corta.

Y también puede ser sólo con ser un deseo de Peña Gómez, lo de «repartir la tortilla» no tenía que ser tomado en cuenta. El alguna vez llamado «líder negro de las masas blancas le importó nada al gobierno pepehachista. Ese detalle, empeero, no es para analizarlo aquí.

Al tenor de lo relatado por el Presidente Leonel Fernández en su toma de posesión este 16 de agosto, el país está simple y llanamente descalabrado. Pero se ha prometido «la restauración del progreso». Y que para alcanzarla «E p`alante que vamos».

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