«Los que tengan armas que vengan», gritan los altavoces de mezquita siria

«Los que tengan armas que vengan», gritan los altavoces de mezquita siria

ATMAH, Siria. AFP. Hoy al alba, los altavoces de la mezquita despiertan a los habitantes todavía adormecidos de Atmah, una pequeña ciudad siria cercana a la frontera turca: «¡Un grupo de revolucionarios ha rodeado a las fuerzas del régimen, que todos los que tengan armas vengan a ayudarnos!».  

Justo después del llamado, mujeres y niños suben a los techos, con las miradas ansiosas y clavadas en la colina de arena y rocas detrás de la cual se escuchan ráfagas de armas automáticas y explosiones en medio del ronroneo constante de los helicópteros del ejército.  

Hombres jóvenes, con los fusiles kalachnikov al hombro, se precipitan hacia la zona de la batalla en moto.  

«Atmah nunca fue atacada desde que empezó la revolución» en marzo de 2011, explica Shadi, de 24 años, que teme como todo el mundo que los helicópteros apunten sus cañones contra la ciudad y sus ocho mil habitantes.  

A las 07H40 los altavoces suenan nuevamente: «¡Los que no tengan armas que vengan al cementerio a cavar tumbas y prepárense para enterrar a los mártires!». 

 A las 08H20 cae finalmente un siniestro resumen de la situación: «¡Hay que cavar más tumbas! Los que no tienen armas, que ayuden a cavar tumbas. Los mártires son muchos. Que vengan también al hospital a donar sangre».  

Durante la noche 25 combatientes del Ejército Sirio Libre (ESL, formado principalmente por militares disidentes que desertaron) habían atacado con armas ligeras, por tercera vez en unas semanas, un puesto de control de las tropas del régimen sirio situado a unos kilómetros de Atmah, entre los pueblos kurdos de Diwan y de Talsallour.  

Pero la operación salió mal: 10 rebeldes murieron y 15 resultaron heridos, según fuentes médicas y un periodista de la AFP que vio los cuerpos.  

«Atacamos el puesto de control», un edificio de hormigón, «hacia las 03H00. Lo controlamos a las 05H30, habíamos matado ocho soldados, otros 15 huyeron. Pero un cuarto de hora después los kurdos vinieron» de Talsallour, cuenta un combatiente que se hace llamar «Abou Moujahid».  

Con este puesto de control «el ejército sirio perturba el comercio (…). Detienen a todo el mundo. Les advertimos varias veces pero no escucharon», explicó este joven hombre delgado que viste un uniforme camuflado. «No tuvimos opción», añade.  

Según varios de sus compañeros, los kurdos, «armados por el régimen» del presidente sirio Bashar al Assad, eran más numerosos que los combatientes del ESL que lanzaron el ataque.  

Sin los refuerzos llegados de Atmah como desde otros pueblos sunitas de los alrededores y la ayuda de los kurdos de Diwan para evacuar a los muertos y los heridos por los cohetes de los helicópteros nadie habría regresado, dicen.  

Al final «todo fue inútil», suspira un combatiente que tiene un brazo vendado. Hacia las 08H00 «los kurdos se replegaron a Talsallour y abandonaron el puesto de control por los helicópteros…», dice.  

Al final de la mañana son centenares los que rinden homenaje a los muertos en el cementerio de Atmah. «Iremos al paraíso por millones», grita la multitud, «Dios bendiga a los mártires».  

Los hombres se frotan las manos y luego el rostro con arena -no hay agua a pesar de los 40°C a la sombra- y se forman en fila delante de un cuerpo para la plegaria.  

El padre y el hijo de un combatiente muerto, en llantos, despiden a su difunto. No muy lejos unos hombres se activan en otras nueve tumbas.  

«Hasta ahora teníamos sólo una decena de muertos desde el comienzo de la revolución», confía Mustafá de 19 años, un ex estudiante de economía que se unió a las filas del ESL pero no encuentra un arma para combatir.

«Nuestro pueblo es asesinado, hay que defenderse. Bashar nos ve como ovejas a degollar. Pero somos seres humanos», añade.  

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