ANTONIO PEÑA MIRABAL
El gobierno ha anunciado la intención de construir un sistema de tranvía subterráneo en la ciudad capital, con el fin de aliviar la situación del tránsito terrestre en la misma. El pasado gobierno del doctor Leonel Fernández (1996-2000), hizo grandes aportes a la solución del problema vial de la ciudad de Santo Domingo. Adquirió una flotilla de modernas y cómodas guaguas que fueron insertadas al transporte público; construyó numerosos túneles y elevados; amplió importantes avenidas y construyó el puente Prof.
Juan Bosch, entre otras obras de importancia. Creó la Autoridad Metropolitana del Transporte, AMET, que jugó un papel preponderante en la organización del tránsito de la ciudad capital, y vino a sustituir a los desacreditados policías de tránsito de la ciudad capital, y vino a sustituir a los descreditados policías de tránsito de la Policía Nacional. Como puede observarse, el pasado gobierno de Leonel dio pasos precisos en la solución de este problema. Lo lamentable es que el gobierno de Hipólito Mejía no continuará estos planes, por el contrario, no hizo nada al respecto, excepto lo que todos conocemos a través de la prensa sobre el Plan Renove.
No bien ha sido anunciado el proyecto de construcción del Metro de Santo Domingo, cuando ya el sector del Partido Reformista Social Cristiano, PRSC, que estuvo congraciado con el gobierno del presidente Mejía, sin conocer los detalles de la obra, ha adelantado su posición de rechazo a la misma, lo que despierta sospechas sobre las intenciones de ese grupo. Es sumamente sospechoso que un partido de ingenieros, como lo es el PRSC, se oponga a una obra de esta magnitud. ¿Qué está sugiriendo ese grupo reformista con esa oposición tan adelantada? Esa posición de rechazo contradice en todas sus partes lo que fue el comportamiento del fenecido líder reformista al frente de sus respectivos gobiernos, en los que se construyeron obras tan o más costosas que la anunciada. Ante la masa reformista que vivió los períodos de gobierno del doctor Balaguer, esa posición aleja a sus autores de lo que fue la obra de gobierno balaguerista, por tanto producen un distanciamiento entre ellos y los que en una ocasión siguieron con deleite al caudillo de Navarrete.
Con esta actitud, ese grupo de reformistas se comporta como un conglomerado con carencia de visión futurista, distinto a su fenecido líder que vio por muchos años hacia delante las necesidades del país respecto a las obras de infraestructura necesarias para su desarrollo. Esos reformistas que hoy se levantan contra la construcción del Metro de Santo Domingo, no dijeron ni pío, es más, es posible que la mayoría se enriqueciera a costa de las grandes obras viales que construyó el doctor Balaguer en sus gobiernos. ¿Dónde se encontraban estos señores cuando el doctor Balaguer ordenó la construcción del Mirador Norte y Sur, la Ave. del Puerto, la ampliación y reconstrucción de la Autopista Duarte, la construcción de la Ave. De Circunvalación o la Ave. Yapur Dumit en Santiago? ¿Y qué decir de las obras suntuosas del doctor Balaguer, como el Faro a Colón, donde se gastaron millones de dólares cuyo retorno le costará muchísimos años al país? En aquella ocasión estos dirigentes reformistas no tuvieron lenguas para criticar. A ellos es a quien menos le luce oponerse a la construcción del Metro de Santo Domingo, es más, carecen de autoridad moral para hacerlo, y es por ello que cada día que transcurre se distancian a pasos agigantados de la masa reformista.
Para el doctor Balaguer no existieron tiempos buenos ni malos para la construcción de sus mega proyectos por todo el país. Simplemente tuvo la visión de la necesidad de su realización y el resto es historia. Estoy completamente seguro que si aún viviera fuera un promotor de esta obra y los críticos de su partido estuviesen brindando apoyo al proyecto, por convicción o por conveniencia. Obras como el Metro de Santo Domingo son dinamizadoras de la economía, fuentes de creación de empleos esporádicos y permanentes, pero sobretodo, necesarias para paliar el problema de tránsito de la ciudad capital. Este grupo de reformistas teme que obras como estas, que son valoradas en el tiempo por la ciudadanía, terminen replegándolos más de lo que están, y constituyen una seria amenaza para seguir con vida en la arena política nacional.