Roma. Kudus, de 8 años, no se pierde un cumpleaños de sus compañeras de colegio, en el barrio romano de Trastevere, y por las tardes va a un curso de guitarra.
Una vida normal para una niña siria que hace solo ocho meses se subió al avión del papa Francisco para escapar del infierno de los campamentos de Lesbos. Esta niña, que sorprendió a todos a su llegada a Roma por su vivacidad y simpatía, es uno de los ejemplos del programa de integración de los “pasillos humanitarios”, el proyecto puesto en marcha por el movimiento católico de la Comunidad de San Egidio.
“Habla ya perfectamente italiano, y ahora hasta español, ya que vive junto con su familia en una congregación de monjas, muchas de ellas latinoamericanas”, explican a Efe desde San Egidio.
Kudus formaba parte del grupo de 12 personas, miembros de tres familias sirias, que Francisco subió al avión para traerse a Roma a su regreso de su viaje a la isla griega de Lesbos en abril del año pasado.
Todos los niños y adolescentes de los que llamaron los “refugiados del papa” hablan ya perfectamente italiano, mientras que los adultos siguen acudiendo a clases de idioma que les proporciona San Egidio, ya que les cuesta algo más aprender.