Los remeseros y las remesas

Los remeseros y las remesas

JOSÉ LUIS ALEMÁN SJ
De ninguna manera podemos afirmar que la estrecha y duradera vinculación  entre emigrantes y su  país de origen sea un fenómeno típicamente dominicano. Varios países hoy desarrollados, España, Portugal e Italia para mencionar algunos, sobrevivieron durante décadas en la segunda mitad del siglo XX gracias a las remesas de sus emigrantes. Igualmente duraderos son los casos de Turquía-Alemania, Argelia-Francia, Egipto-Arabia Saudita, Filipinas-Estados Unidos, China-Estados Unidos, Ecuador-España, Haití-República Dominicana, etc., etc.

Definitivamente los vínculos familiares económicos han resultado más fuertes que las diferencias en grado de desarrollo; cultura y religión muestran parecida vigencia.

     Por eso llama la atención la relativa escasez de estudios sobre sus efectos en los países en juego. Recuerdo que a fines de los ochenta dos profesores de la PUMM, Campo de Santiago, Pedro Juan del Rosario y Neisy Gómez investigaron los efectos de las remesas sobre el comportamiento económico de las familias de  “dominicanos ausentes” de la Cordillera Central (básicamente San José de las Matas y Jánico). Nada inesperadamente hoy en día esas familias disfrutaban de muy superiores grados de consumo pero ahorraban menos, invertían poco y tenían un número anormalmente alto de familiares en desempleo voluntario. Todos sabemos también que precisamente en la Cordillera comenzaba la exhibición de mansiones lujosas, fenómeno hoy bien documentable en Santiago, en Santo Domingo, en la zona arrocera de Bonao, Duarte y Cotuí y en el Sur profundo.

     El rumor público, “río que suena agua trae”, murmura el origen ilegal de fortunas y empresas capitalizadas originalmente por el tráfico de blancas, drogas, armas, contrabando y depósitos bancarios de dinero lavados u ocultados al fisco. Allá, en el Norte, recibieron los remitentes  sus maestrías y doctorados en el ramo aunque la globalización ha abierto nuevas “escuelas” en España, Holanda y Suiza, para nombrar algunos de los países más mencionados.

    Por supuesto las contribuciones de los peloteros y de los cantantes y sus bandas musicales se evidencian hasta en la construcción de parques deportivos y en préstamos otorgados  a productores arroceros.  

    Se dice menos pero debe ser muy frecuente el financiamiento de pequeñas empresas informales y de modestas mejoras en la vivienda de los pobres.

     No trato de escribir una relación literaria de curiosidades sino de despojarlas del atributo de ocasionalidad costumbrista para caer en la cuenta, yo el primero de acuerdo al refrán español “el burro alante para que no se espante”, de que nuestra misma cotidianidad está inextricablemente impregnada por las remesas de nuestros emigrantes.

    Tras el registro de esta omnipresencia remesarial entro en materia de análisis sobre sus causas y sobre los intentos de su recanalización hacia objetivos del bien común y no sólo familiar.

1.   Causas

    Tres son los determinantes más mentados de la emigración: la pobreza, la demografía y el consumismo.

a) No estoy tan seguro de que la simple pobreza material haya originado tanta emigración como se dice. El visado, la yola o el viaje suponen o amistades que las financien en espera de lo que ganarán en un incierto futuro o familiares que ayuden  con el inicial. Los realmente pobres, aquellos que apenas pueden sobrevivir-los otrora  llamados indigentes, los que padecen la pobreza dura- no suelen contar ni con muchos amigos ni siquiera con familiares compasivos. Nada espanta más que el pobre.

        Los pobres además, los muy pobres, han perdido la esperanza en un futuro mejor y hasta los sueños de lograrla a no ser por pura suerte. La emigración a países más ricos está supeditada, es una hipótesis basada en la falta de control del pobre sobre su vida, a un casual encuentro con algún inesperado benefactor.

      Por eso los candidatos potenciales a emigrar son pobres en el límite con la clase media baja pero con aspiraciones a una vida mejor o a garantizar así su futuro y el de su familia cercana. La emigración es financieramente cara y exige una buena dosis de afán por superarse. En buena parte la pobreza depende de la imposibilidad de emplearse productiva y rentablemente.

b) El desempleo se explica a su vez por la tendencia tecnológica de  usar en lo posible capital y no mano de obra y por la explosión del crecimiento poblacional producto de la disminución de la tasa de defunción facilitada por los avances de la medicina.

    Obviamente ha bajado la tasa de fecundidad voluntaria de las mujeres de 15 a 45 años de edad de alrededor de 6 hijos a poco más de 2.3. A largo plazo, unos 30 años, este descenso de la fecundidad probablemente frenará el crecimiento demográfico, pero en el intervalo se registra un incremento de la oferta de trabajo que supera ampliamente la posibilidad de satisfacer su demanda en una economía capital, y no mano de obra, intensiva.

     Una crítica antimaltusiana es aceptada demasiado fácilmente. El problema social del desempleo no radica solamente en el uso de tecnologías modernas. En verdad todos aspiramos a un  empleo satisfactorio absolutamente inalcanzable por tecnologías tradicionales que sí favorecían la demanda de mano de obra.

c) Mejoras económicas y tecnologías tradicionales son incompatibles entre sí. Por lo tanto, a pesar de la importancia de factores “directamente económicos” ( pobreza, empleo) y demográficos,  la existencia de una cultura consumista guiada por el deseo de llegar a niveles exhibidos por grupos de personas más ricos y por los medios televisivos creados por empresas de países desarrollados y por la publicidad empresarial es pieza esencial en la explicación de la emigración.

     Nuestra sociedad es muy diferente a la existente hasta casi milnovecientoscincuenta. Entonces a los pobres no se les podía ocurrir aspirar a consumos radicalmente diversos a los vigentes a comienzos del siglo XIX. Chardon, el brillante y unilateral asesor económico de Trujillo, afirmaba en 1938 que nuestro país era una excepción universal porque los campesinos, entonces el 87% de la población, producían todo cuanto consumían menos “lumbre y jabón”. Hoy no producen con excepción del famoso conuco haitiano de víveres prácticamente nada de lo que consumen. Producen para el mercado y no para el autoconsumo. Son este afán consumista y el ideal del progreso personal continuo el combustible que mueve el motor de la emigración antes a Estados Unidos hoy también a Europa.

2. Tipos de remesas

     Hasta el 2001 podemos afirmar que el renglón “remesas” era cuenta zafacón en nuestra contabilidad social. Las remesas o eran de origen estatal –donativos de gobiernos amigos y de instituciones de cooperación internacional-o transferencias familiares fruto del trabajo de los emigrantes en el extranjero y no del uso de factores en nuestra economía. Obviamente esta afirmación tiene que ser matizada quizás sustancialmente por divisas nacidas de actividades ilícitas y no del trabajo

     Con la publicación por el Banco Central de “Balanza de Pagos de la República Dominicana 1996-2001” comienzan a revelarse algunos de sus elementos y su cuantía aproximada.

     Las transferencias totales supusieron entre el 8.8% y el 9.6% del PIB, generaron el 28.4% de las divisas llegadas al país y cubrieron el 59.3% del déficit de la balanza comercial  durante el período 1998-2000; sin ellas el crecimiento y el tamaño de la economía dominicana eran y siguen siendo impensables.

      De todas las transferencias el 93.9% fueron de origen privado (86.4% remesas familiares) y sólo el 6.1% de origen bi- o multinacional. Corolario de estas estadísticas es la índole individual de las preferencias satisfechas por las remesas. Los optimistas dirán que así se consigue el bienestar colectivo entendido como la agregación de utilidades individuales. Los pesimistas y los bien intencionados cuestionan la utilidad colectiva global de las remesas y desean una canalización guiada por el Estado como garantía adicional, muy optimista por otra parte, de mayor bienestar nacional.

 Vale la pena detenerse algo en el tema.

3. Recanalización de las Remesas

    Innegablemente la intervención del Estado en actividades económicas hasta el momento libres de controles perturba su desarrollo. Sin embargo no debemos caer en el supuesto de que ellas tenían lugar sin un ordenamiento general. Si el Estado no fuese garantía en última instancia de los derechos de propiedad, no habría ni oficinas comerciales de transferencias de fondos ni mensajeros confiables y susceptibles de demanda jurídica para hacer llegar las remesas a los que los remitentes elijan.

    Modificar esa estructura institucional mínima debiera hacerse para aumentar la seguridad de las transacciones, para garantizar su legalidad y para incentivarlas sin discriminar en contra de otras actividades.

    Tres son los instrumentos más usados para una recanalización económica e institucionalmente aceptable: bajar el costo de la intermediación entre las dos partes implicadas, bonos públicos en dólares o moneda nacional, fomento de organizaciones que fomenten en el exterior y aquí proyectos de vivienda.

a)  Toda empresa privada que funja de intermediaria entre remitentes y sus beneficiarios aspira a lograr ganancias a largo plazo. Sin duda esta industria  o elemento del sector financiero está oligopolizada en el país lo que refleja el alto costo de la inversión (publicidad, red de oficinas en el exterior y en el interior, red de mensajeros, pólizas de seguro, costos de transacción muy altos, equipo computacional) y como consecuencia lógica un margen de beneficio que aparenta ser pequeño -digamos la mitad del 1 por ciento en cada transacción- pero cuyo monto debido a la alta rotación del capital fácilmente se convierte al año en 100% del capital invertido. Los pocos e incompletos datos disponibles sugieren que 3 empresas son responsables del 60% del mercado

       La disminución de este margen que puede redundar en un abaratamiento apreciable del costo de las remesas de regular cuantía se lograría fomentando fiscal o monetariamente nuevas empresas que deberían introducir más eficientes luego más  costosos controles de legalidad. Estos costos de legalidad disminuirían el margen de beneficios para las empresas ya existentes.

b)   La emisión de bonos del Gobierno nominados en pequeñas sumas (100 dólares por ejemplo; los costos administrativos unitarios son altos) a una tasa de interés en moneda nacional flotante determinada por el “prime rate” otorgado a los mejores clientes bancarios avalada por las Superintendencias de Valores y de Bancos.

       Ofrecer los bonos a tasas más altas que las mejores existentes parecería deseable pero crearía serias distorsiones de financiamiento.

        Para evitar conflictos serios de interés es importante que los puestos de venta y compra de los bonos no estén bajo control de los bancos comerciales y que su propiedad sea supervisada por instituciones públicas reconocidas.

c)  Finalmente figura el fomento de inversiones privadas de proyectos de construcción de inmuebles y empresas para uso de los remitentes.

CONCLUSIÓN

      Me parece conveniente recordar que en cualquiera de estas modalidades se debe respetar la decisión de los remitentes aumentando el menú de ofertas y renunciar a métodos coactivos de canalización.

       Si los óptimos de Pareto sirven para algo es para recordar su fundamento filosófico: toda política económica debe respetar el principio personalista de que a  nadie dañe y que a alguien beneficie. En lo posible.

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