Los responsables del envalentonamiento haitiano

Los responsables del envalentonamiento haitiano

La clase pensante dominicana, que todavía existe y se da cuenta de la marcha del país en su derrotero del miedo a todo lo que pudiera considerarse como una ofensa a los haitianos, asimila la cruda realidad que la clase dirigente dominicana que nos ha gobernado desde 1962, no toma en cuenta a los haitianos y solo han tenido como objetivo principal de su accionar enriquecerse a costa de los recursos del Estado.

Todo lo demás es puro adorno para alimentar la demagogia política del bienestar de la gente, buscar inversiones, endeudarse hasta los tuétanos y llevar a cabo programas de obras civiles que calmen inquietudes sociales y aplaque cualquier disidencia al ver la gente cómo se le arrebatan los recursos que son extraídos a los contribuyentes en agresivas reformas fiscales para abultar el erario y disponer de más recursos para la feligresía política del partido gobernante y sus compañeros de viajes en las alianzas electorales de los pasados años.

Entonces, el tiempo que los políticos en el poder pudieran dedicarlo a otros asuntos de Estado de mayor envergadura, ha quedado supeditado a sus necesidades de enriquecimiento y las formas de lograrlo, por lo que las relaciones dominico-haitianas no figura en su agenda de estado prioritario y se le deja a la improvisación. Eso permite que los haitianos impongan sus planes de agresión, ya que son mucho más sabichosos y saben apabullar a la diplomacia dominicana. Esta se encuentra en entredicho por la forma de cómo los políticos actuales adulteraron y abultaron las nóminas diplomáticas del exterior con cientos de botellas con gente que ni siquiera sabe dónde fue que lo nombraron.

Por lo tanto, los haitianos conocen de esas debilidades y nos llevan una gran ventaja en sus pretensiones y en su posicionamiento de exigir, como ha sido el caso del manejo del proceso de naturalización y registro de indocumentados, y de la forma de cómo lo están documentando con una lentitud premeditada de sus autoridades para dificultarle a sus súbditos la obtención de los documentos que los acredite como ciudadanos de su país.

La táctica, a no muy largo plazo, parece encaminada a frenar el proceso de registro y provocar un taponamiento que daría lugar a una corrupción extrema en las burocracias de ambos países y presionar al Gobierno dominicano, frente a Estados Unidos, Francia, Canadá, las Naciones Unidas y la Unión Europea, para que todo el haitiano que se presente ante una mesa de registro, se le inscriba y al Gobierno dominicano se le cargue la responsabilidad de absorber a casi toda la población de Haití. Ese país ya no es tal, y entonces, los haitianos, conociendo las debilidades de los políticos dominicanos, apegados a su enriquecimiento que le proporciona el disfrute de los cargos, presionarán para que se produzca una explosión migratoria de nefastas consecuencias para el país.

Son responsables los políticos dominicanos, que fruto de sus ambiciones, se han descuidado miserablemente el no atender adecuadamente las relaciones con el país vecino, al cual se le despreciaba y hasta se le ignoraba en muchos casos, dando lugar a que a cada momento la reacción haitiana era imponer condiciones de higiene inverosímiles para el comercio, tan importante para los dominicanos, del cual se nutren los haitianos para subsistir con la producción dominicana.

No importa la presencia efectiva del CESFRONT, la oleada de haitianos es indetenible y mayor a medida que avanza el proceso de registro de naturalización de una masa humana que se va aposentando en muchos enclaves elegidos por ellos por la abundancia de trabajo no especializado, como es el caso de Verón, en Higüey, en donde el gobierno no lleva a cabo una labor de ordenamiento urbano que regularice una situación que sus habitantes, de su cuenta, han procedido a llevar a cabo trabajos elementales de urbanismo, y ni hablar de un proceso censal y hasta de saneamiento sanitario por las condiciones infrahumanas de cómo se establecieron, que ni siquiera tenían hace algunos años suministro de agua potable y mucho menos sistemas para la disposición final de excretas.

 

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