Los retornos políticos

Los retornos políticos

Es obvio que los integrantes del Consejo de Estado, que el año 1962 decidieron enviar al exilio al doctor Joaquín Balaguer, ignoraban lo que los antiguos solían llamar «el vendaval de la Historia».

Estimaron, erróneamente, que eliminando políticamente al personaje a quien le atribuían «la prolongación del trujillismo sin Trujillo», liquidaban el régimen político, que durante 31 años personificó el autoritarismo en nuestro país.

Desde su ostracismo en la ciudad de Nueva York, el Doctor Balaguer declaró luego, atinadamente, que la «destrujillización» del país tenía que significar un cambio de actitud, un viraje fundamental en la filosofía y en la moral de los futuros gobiernos. «Lo que el país necesita para destrujillizarse – subrayó el exiliado ex presidente de la República – no es que se cambien los empleados públicos, ni que se prohíba pronunciar el nombre de Trujillo, sino que se cambie la ética de los servidores de la Administración Pública. Lo que se requiere, en una palabra, no es un cambio de hombres, sino un cambio en los hombres».

En lo que consideraron que era su misión capital, esto es, «destrujillizar» el país, los miembros del Consejo de Estado, se centraron en lo secundario, marginándose de lo principal. No tomaron en consideración, que el «trujillismo» fué el producto de ciertas condiciones económicas y sociales, que determinaron, de manera inevitable, el surgimiento de un régimen caudillista en el país. Y que fué a virtud de esas circunstancias, como a Trujillo le fué dable violar todos los derechos, y desconocer los intereses convencionales.

Los consejeros del Estado, pudieron ampliar sus decisiones retaliadoras, hasta otros connotados colaboradores de la instaurada «Era de Trujillo». Pero sí concentraron contra el Doctor Balaguer, todos los odios acumulados contra la dictadura, fué porque entre aquellos, unos devinieron en trujillistas arrepentidos, y otros carecían de un peso político específico. Y por otra parte, el Doctor Balaguer era el único de los colaboradores de Trujillo, que no tenía cuentas pendientes qué saldar.

Las torpezas políticas del Consejo de Estado, corregidas y aumentadas por el Triunvirato, pavimentaron la vía por la que, tres años después de su forzado extrañamiento, el Doctor Balaguer regresó al país, con el designio de vencer a sus enemigos políticos ignorándolos o peor aún, relegándoles a la posición de «parchos mal pegaos», como él solía decir jocosamente.

Político de raza como era el Doctor Balaguer, no ignoraba que la actividad política es una realidad cambiante, y que en consecuencia, hay que actuar conforme a «las circunstancias» orteguianas.

El arbitrario exilio del Doctor Balaguer, fué génesis del «mito Balaguer». Un mito que en el transcurso de los años, se enriqueció con nuevos valores y con una mayor dosis de credibilidad pública. Durante más de treinta años, gobernó dentro y fuera del poder, con la virtuosidad gimnástica de un equilibrista: )Se cae? )No se cae? )Caerá en mis manos o de las manos de mi vecino?. Pero siempre sustentado por la voluntad del pueblo, que no siempre necesita de los resultados de las urnas para manifestarse.

La historia universal registra otros grandes retornos políticos, similares al del Doctor Balaguer. En la Francia del siglo XVIII, el Príncipe de Benevento, Carlos Mauricio de Talleyrand, sirvió sucesivamente a gobiernos revolucionarios, a Napoleón Bonaparte, y a Luis XVIII. En la misma Francia, el legendario político Raymond Poincaré, ejerció la Primera Magistratura del Estado entre los años 1913 y 1918, 1922 y 1924, y 1926-1929.

En nuestra América, el primer Presidente de Venezuela, el General José Antonio Páez, gobernó entre los años 1831 y 1841, y veinte años más tarde, volvió a ser electo. En Chile, el General Carlos Ibáñez fue elegido democráticamente, después de haber ejercido la dictadura, y derrocado por un movimiento popular. En la Argentina, el General Perón regresó el año 1973, luego de dieciocho años de exilio, para ganar las elecciones con un ochenta por ciento del sufragio popular. Y como un caso antológico es citable, el ejemplo del Doctor José María Velasco, electo en cinco ocasiones en el Ecuador, y otras tantas veces derrocado por insurgencias militares.

A nosotros se nos ocurre creer, que como el Doctor Balaguer del 1966, en esta ocasión retorna nueva vez al ejercicio del poder, un Doctor Leonel Fernández, – como lo dijese aquel -, con la misión de restaurar la confianza del pueblo en el superior destino nacional. El doctor Leonel Fernández, no un milagrero, sino un mensajero de la prudencia, sin la cual, no hay espacio para la gobernabilidad. Un Doctor Leonel Fernández, autorizado a repetir en esta ocasión las palabras del Doctor Balaguer del 1966: «Mi más cara ambición es la de tratar a todos mis conciudadanos, midiéndoles con la misma vara, y sirviéndole a todos, con el mismo espíritu de humildad, de tolerancia y de justicia».

Como lo hemos expresado en otras ocasiones, retorna al ejercicio del poder en esta ocasión, por obra del determinismo de la historia, el incuestionable heredero político del Doctor Balaguer.

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