Los retos del PRD

Los retos del PRD

REYNALDO R. ESPINAL
Finalizado el certamen electoral de medio término, las fuerzas políticas que concurrieron al mismo habrán de evaluar con profundidad y sosiego las causas de sus coyunturales éxitos o fracasos. Una lección perenne para todo aquel que participa en la dinámica impredecible e incierta del accionar político debería ser la de actuar siempre bajo la convicción de que nadie es poseedor, como si se tratase de un depósito a plazo fijo, del favor popular. También al P.L.D. y a su indiscutido líder Leonel Fernández le ha correspondido apurar el acibarado cáliz de la derrota, llegando a expresar en el año 2000 que su partido”…al no comprender las causas de su victoria tampoco podía comprender las causas de sus derrota”. Les corresponde ahora, sin poses triunfalistas ni estériles aspavientos, calibrar con meridiana precisión las razones que han hecho girar a su favor el veleidoso péndulo de la adhesión ciudadana.

Para quienes analizan y observan con ojos atentos el discurrir político nacional, ha llamado poderosamente la atención, en este recién finalizado proceso electoral, los magros resultados alcanzados por el Partido Revolucionario Dominicano, un nuevo revés que se suma a la derrota sufrida en las elecciones presidenciales del año 2004 y con el cual pierde el control mayoritario de que gozaba tanto en el poder congresual como municipal. Para unos, profetas de desventuras, es el principio del fin de su grandeza partidaria, la expresión visible de su agonía y su decadencia, en fin, su Apocalipsis; Para otros, entre ellos el autor de estas, líneas, una lección amarga pero necesaria.

La perenne sabiduría griega se encargó temprano de recordarnos que toda crisis, en cualquiera de sus manifestaciones, a la vez que puede comportar un peligro comporta también una oportunidad.

Tal como ha advertido el prominente intelectual y dirigente perredeísta doctor Hugo Tolentino Dipp en declaraciones emitidas recientemente en este prestigioso diario, el P.R.D. necesita redefinir su praxis y su discurso, por que al momento parece no entender la dirección de los nuevos vientos políticos progresistas que soplan en América Latina.

La creciente percepción pública en torno al P.R.D. es la de un partido sin discurso, que se ha desconectado del sentir popular y en cuyas propuestas no se ven reflejadas las más hondas aspiraciones de la sociedad dominicana en su plural composición. Se va afianzando, de igual forma, la opinión, no sólo entre observadores externos, sino entre sus mismos seguidores y dirigentes medios que las actuales autoridades partidarias, en cuya elección se cifraron las más caras esperanzas de renovación, han llevado al partido a la involución y al inmovilismo, al no establecer un claro deslinde, enfermedad que se reputa crónica en el P.R.D., entre las apetencias personales y los supremos intereses del partido y de la sociedad.

Demás está decir que muchos dirigentes y otrora funcionarios del Partido han contribuido decisivamente a erosionar su credibilidad, a dañar su imagen, a posicionarlo ante la opinión pública como una guarida de vándalos, de corruptos, de indisciplinados, cuando todo el que lo conoce íntimamente sabe que en su seno se anidan hombres y mujeres honestos y transparentes, decentes y correctos, los cuales, cabe decir, deben sacudirse ya, en esta coyuntura, si no quieren que los maleados les ganen la carrera.

Para el P.R.D. no es el momento de las pancartas y del activismo desorganizado, sí de la reflexión, del encauzamiento institucional, de una profunda profilaxis. Es el momento de volver a las bases de la sociedad, sintonizar con sus reclamos, auscultar sus latidos.

Pilar necesario de la gobernabilidad y el equilibrio democrático, el P.R.D. tiene ante sí la desafiante como impostergable tarea de renovarse, de demostrar con hechos que sigue siendo una esperanza de redención social, como lo concibió Peña Gómez. Deberá estudiar la socialdemocracia, adecuarla a nuestras actuales realidades, deberá estudiar la sociedad dominicana y procurar que sus militantes se eduquen en lo ético, en lo político, para que comprendan la dignidad y la altura del accionar político. No importa el tiempo y los esfuerzos que ello comporten. En la política como en el amor el tiempo es relativo.

Las preguntas que formuló De Gaulle en el célebre mensaje que desde Londres dirigió al pueblo francés el 18 de Julio de 1940, caído en manos de las fuerzas hitlerianas, son aplicables hoy a los dirigentes y militantes del P.R.D., digo a los honestos, visionarios y capaces, que han de liderar la renovación: “¿Se ha dicho la última palabra?, ¿Es acaso definitiva la derrota?”.

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