Los retratos soñados

Los retratos soñados

No es lo mismo dormir que soñar. Todos podemos dormir sin soñar. Lo que no se puede es tener sueños -pesadillas o livianillas- sin estar dormido. Los “trastornos del sueño” son, en estos tiempos, objeto de concienzudos estudios por parte de expertos en neurociencias. Una gran parte de las antiguamente llamadas “enfermedades nerviosas”, están conectadas con problemas relativos al sueño. El cuerpo humano tiene dentro un reloj que mide rigurosamente el ritmo circadiano. Un viaje de Nueva York a San Francisco de California, es suficiente para “enfermarnos”. El “jet-lag” es un aviso de que algo anda mal en nuestros asuntos horarios, en el vaivén fisiológico de la noche y el día.
Noche y día tienen caras astronómicas, fisiológicas, térmicas y psíquicas. Nuestro cerebro no funciona igual de noche que de día. La vida humana es una realidad poliédrica; el pulso cambia la velocidad de sus latidos con arreglo a las cosas que vemos o sentimos. Cada uno de los cinco sentidos es una “ventana” radicalmente distinta de la otra. Visión y audición nos informan acerca de aéreas diferentes del mundo; el olfato y el tacto operan en otras dimensiones de la realidad. Medir la intensidad de los sentidos requiere de instrumentos especiales. Para ello no basta el sistema métrico decimal. ¿Cómo medir texturas y olores?
La riqueza y la belleza de la vida humana no logran ser transferidas a un lienzo, a un poema o una obra literaria, si no es tras grandes esfuerzos de síntesis artística. Aún así, sólo una pequeña porción de su realidad -física y sentimental- consigue ser aprisionada en las obras de pintores y escritores. La fluencia continua del mundo y de la gente, escapan de todos los moldes y desaparecen en el rio insondable del tiempo.
Los sueños de los que sueñan, aportan “vistas fijas”, escenografías estáticas de la vida humana. Podemos copiar un sueño como quien copia retratos hechos al carboncillo o con acuarela. Hay personas que sueñan en blanco y negro; otras sueñan “a colores”, como si vieran películas de nuestro tiempo. De ahí derivan las ventajas de soñar para las personas que trabajan con materiales huidizos. El constructo artístico requiere una maqueta; una suerte de “instalación” invisible.

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