Los ricos también lloran

Los ricos también lloran

No es el título de una telenovela, sino una breve historia de la vida real. En efecto, a todos nos llega el momento. Eso que llamamos momentos buenos y momentos malos. Por eso hay que tener mucho cuidado cuando se escupe para arriba porque la saliva te puede salpicar en la cara, pero convertida en ácido.

Es una tradición que los dominicanos ricos de verdad, tengan sus depósitos en dólares en bancos norteamericanos. Eso excluye ciertas riquezas mal habidas que se desvían a los paraísos fiscales de algunas islas caribeñas.

Cuando se descubrió el fraude bancario en el 2003 en nuestro país eso fue muy evidente, ya que poquísimos nombres de millonarios reconocidos aparecían entre los depositantes de los bancos colapsados. Se podrían contar con las dos manos y sobran dedos. Porque la verdad es que los poseedores de grandes fortunas, incluyendo aquellos que estaban entronizados en el sistema financiero, no tenían ninguna confianza en la banca dominicana de ese entonces.

Hasta aquí todo está perfecto porque cada quien hace con su dinero lo que le plazca. Lo que estuvo mal, pero muy mal, es que algunos de esos potentados se opusieran al rescate de los depositantes durante la quiebra bancaria del 2003. Con sus cientos de millones de dólares depositados y protegidos en la banca extranjera más segura del mundo, su única preocupación era la inflación y el déficit que ese rescate implicaba, lo que afectaba sus intereses empresariales.

Sé de buena fuente que algunos utilizaron sus poderes y recursos para atacar al gobierno de Hipólito Mejía y politizar la crisis, haciendo acusaciones sin fundamentos de la que yo no me libré. No quiero decir que todos los ricos hicieron lo mismo, porque parte de ellos apoyaron el salvamento aunque siempre guardando silencio ya que apoyarlo públicamente podría traerle como consecuencia amenazas, extorsión y hasta represalias políticas, de un gobierno que se confabuló con los implicados en esos fraudes y usó la crisis como un trampolín para alcanzar el poder. Pero eso también lo acepto porque es parte del juego político.

Pero lo peor de todo es que ahora esos millonarios estén llorando por el riesgo de perder su fortuna y rezándole a todos los santos para que el Congreso norteamericano aprobara el salvamento bancario. Durante la crisis del Banco Wachovia, las pastillas de Lomotil (diarrea) así como los medicamentos contra la presión alta, se agotaron en un santiamén. Porque si no se hubieran salvados los depósitos del Wachovia, gran parte de las fortunas dominicanas hubieran desaparecido en unas horas. Yo apoyo el salvamento de la banca de Norteamérica y del resto del mundo, sin que ello me favorezca o me afecte, porque lo que está en juego es mucho más que unos dolarcitos de millonarios criollos. También creo que ahora nuestros bancos son más seguros que los de allá, gracias a la crisis del 2003. Ironías del destino.

No escupan ácido que eso quema.

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