La blanca lluvia riega las hojas, el cielo brilla con nuevo azul, mayor frescura tienen las flores y hace más clara el sol la luz, es que Dios quiso fuera la lluvia baño de todo cuanto creó, porque las cosas cuando están limpias dan alegría al corazón”. (Juan Lockward).
Y, los ríos se limpiaron con las aguas de abril y mayo, se concretó el canto a la lluvia, ese con el que inicié mi entrega. Después de expulsar hacia el mar toda la basura, los ríos quedaron limpios y nos hacen un ferviente llamado para mantenerlos, así como la madre naturaleza quiere que estén, y nos alertan para que los mantengamos como deben estar siempre.
Los ríos Boba, Jaya, la Malena, Camú y Cenoví son míos. Su relación con mi niñez me da la categoría de reclamar una parte porque mi historia personal está íntimamente ligada a ellos. Su historia es también la de mis padres, mis tíos, mis abuelos y los abuelos y las personas de una gran franja del valle del Cibao.
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Durante los intensos aguaceros recibimos videos de la mayoría de los ríos del país. La mayor sorpresa fue ver crecido el río Jaya, mi río de San Francisco de Macorís, que quedó totalmente limpio de toda inmundicia y basura acumulada por años, sobre todo los plásticos de un solo uso que son una verdadera plaga en el mundo.
El río Boba tiene historias de inundaciones, tanto que fue durante mucho tiempo motivo de bromas entre los campesinos. Resulta que ese río “botado” arrastraba todo lo que encontraba en su camino, incluyendo vacas. Algunos moradores se acercaban a ver qué llevaba el río y, si no había algo de valor, la gente decía de mala gana: “gran cosa lleva Boba”, y así se quedó hasta nuestros días. Cuando vi la crecida del Boba la primera semana de mayo, sonreí recordando a mi padre, con quien lo crucé a caballo en varias ocasiones.
Los videos que nos llegaron por diferentes vías las dos primeras semanas de mayo fueron impresionantes y sirvieron hasta para conocer mejor la geografía y nombres de ríos que guardan el nombre original que les dieron los taínos.
El río Jaya es afluente del Camú; sus aguas fortalecen al gigante río Yuna, que desemboca en Samaná. Las aguas del bajo Yuna mantuvieron en rojo a la provincia Duarte hasta pasadas las aguas el domingo 12 de mayo.
Los ríos Jamao, Yabón, La Carmona en La Vega, Guayuma, Cabermota, Pedernales, el Masacre, Duey en Higüey y casi todos los ríos del país se rebosaron. Como escribimos hace tiempo, las aguas de los ríos van al mar y, cuando entran al mar, lo tiñen de marrón porque las crecidas arrastran las tierras erosionadas de las montañas.
Esas aguas que cayeron no solo dejaron limpios los ríos, bañaron el territorio, pero ya no están y es probable que las añoremos en los próximos años.
Deberíamos propiciar el establecimiento de reservorios y lagos donde se almacenen y sirvan como reservas para los tiempos de sequía. En los ríos fronterizos, como el Masacre y otros que compartimos con Haití, deben construirse grandes lagos para que no falte agua en ninguna parte de la isla y así enfrentar las futuras sequías. Defender el agua es hacer sostenible los ríos.