Los rituales de
belleza de Trujillo

Los rituales de <BR>belleza de Trujillo

Uno se imagina que a  un dictador como Rafael Leónidas Trujillo, cruel y autoritario, poco le importaba su apariencia física, pero a decir verdad,  con él se rompió el molde.

Este sátrapa, que llenó de sangre y luto por 31 años a  la  República Dominicana,  es  quizas la primera versión del “metrosexual” en el  país.

Sí, no se asombre: su nieta Aida Trujillo cuenta que él disfrutaba pararse  frente a un espejo hasta lograr su mejor look: se arreglaba desde las uñas de los pies   al cabello, que, aunque muchos no lo sepan, se las pintaba ¡en esa época!

Según relata   Angelita Trujillo en su polémico  libro  “Trujillo, mi padre en mis memorias”  el ajusticiado dictador “lo mismo que ordenado era presumido, con un saloncito al lado de su habitación que utilizaba como barbería. Él mismo se teñía el bigote”, recuerda.

Así mismo, en el libro “Trujillo de cerca”, Mario Read Vittini asegura que la vida del Generalísimo siempre lucía “bien puesto”, adecuado a la ocasión.

Más aún, Read Vittini asegura que Trujillo dominó el arte de la cosmética desde muy temprano y lo consideraba un importante factor político, al punto de que se maquillaba como parte de un ritual matutino. El escritor asegura que el caudillo  tenía un maquillista, aunque no cita su nombre.

Imagen.   Siguiendo con Read Vittini y su libro “Trujillo de cerca”, este historiador asegura que “El Jefe” conocía muy bien la necesidad de un caudillo de aparecer siempre fresco, lozano, activo y saludable. Jamás se permitió un signo de debilidad al presentarse en público sin estar perfectamente arreglado. La gente no lo sabía y se sorprendía al verlo. Muchos decían “¿Viste que colorcito y qué fuerte se mantiene  el Jefe?”.

Cosméticos que usaba.  Rafael Leónidas Trujillo   utilizaba un base densa, de esa que la gente llamaba “pancake”, que borraba las comisuras de los labios  y sobre ella se colocaba el resto del maquillaje.

Según el investigador Mario Read Vittini,  los trucos del “Benefactor de la Patria”  iban más allá de lo que se podía esperar en aquella época: tenía hasta una loción francesa que le enrojecía la piel y le mantenía el color mulato encendido.

Trujillo  fue atildado desde su infancia.    Era adicto al baño, puntilloso en la apariencia y sumamente exigente en el vestir  y lo mismo  exigía a las personas que lo rodeaban.

Según cuanta José Almoina en su libro “Una satrapía en el Caribe”, Trujillo era un narcisista grotesco a quien le gustaba mucho bañarse y pasearse desnudo frente a sus adulones.

Sobre este tema, la mayoría de los historiadores coinciden. Muestra de ello es    Germán E. Ornes cuando  en su libro “Trujillo, pequeño César del Caribe”, quien  coincide con Read Vittini al señalar que desde muy joven se destacaba por su imagen impecable y su  preocupación por su higiene personal, sobre todo por la dentadura.

La obsesión por la belleza y la higiene del Jefe también llamó la atención de la  fina pluma del  extinto caudillo Joaquín Balaguer, quien en su libro “La palabra encadenada”, dice: “El aseo personal, visible en la limpieza irreprochable del uniforme, rallaba en él en la exageración”. También resalta que sus botas siempre brillaban de limpieza.

El doctor Marcio Veloz Maggiolo, en su novela, “Uña y carne”, relata que “el Generalísimo”, tenía fama de pulcro, según afirman los que lo conocían. “El cepillo de dientes y el Jefe eran como hermanos gemelos: comía y se cepillaba, bebía y se lavaba los dientes y hasta después de hacer el amor se limpiaba la boca”, cuenta Maggiolo. Así mismo dice que Trujillo tenía más de un pañuelo en los bolsillos, cada vez que le saludaban o le besaban en las mejillas, se pasaba el pañuelo.

Uno de sus biógrafos,  Abelardo R. Nanita, decía que Trujillo podía ser la envidia de un príncipe, ya que en cada una de sus 12 residencias tenía los mejores trajes confeccionados por los mejores sastres de Nueva York, Londres y París.

Según su nieta Aida Trujillo “En el tema de la estética, era muy nítido, impecable, pero no se pasaba horas en el cuarto de baño acicalándose, como hacen algunos hombres.  Recuerdo, también perfectamente, el aroma de su colonia fresca”, dice.

50 años después.  Hoy en día el tema de la belleza en los hombres es aceptado y la verdad es que, pese a esto, luego del ajusticiamiento de Trujillo no hemos escuchado que ningún presidente tenga rituales de belleza o adicción por la moda; sin embargo, todos recuerdan a Balaguer, por ejemplo,  por sus famosos sombreros; y el presidente Leonel Fernández nunca ha sido famoso precisamente por su “look”, muy por el contrario, le critican su estilo “cuadrado” de vestir. En cambio, Hipolito Mejía impuso sus chacabanas en hombres y mujeres durante su gobierno.

Las mujeres de la política sí han marcado un estilo personal tal es el  caso de  Milagros  Ortiz Bosch, con el uso de chacabanas,  hasta más abajo de las rodillas.

Testimonio

Nombre: Aida Trujillo

“Olía a limpio”

Sí, mi abuelo  era extremadamente pulcro, tanto cuando iba vestido de militar como cuando lo estaba de civil.  Era muy auto exigente en ese y en otros sentidos y nunca llevaba ropa que no estuviese completamente limpia y bien planchada.  Sus zapatos tenían que estar  acorde con la pulcritud de su vestimenta. Su perfume favorito era la colonia “Imperial” de Guerlain. Nunca le vi sin afeitar ni desaliñado.  Cuando sus nietos estábamos en su casa, llegaba, se dirigía, sin que le viésemos, al cuarto de baño, se bañaba y salía con un traje de baño, de esos que parecen un pantalón corto, color beige, o crema, y pantuflas.  Recuerdo perfectamente que desprendía un aroma a limpio.  Incluso cuando iba al campo, iba vestido adecuadamente, aunque más sencillo. Mi opinión es que era un hombre con un porte y una personalidad muy especial.  Eso no se aprende, sino que se nace con ello.  Mi padre, Ramfis, lo heredó de él.

El libro Álbum de Oro que da cuenta de la   Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, editado en 1956, muestra  el rostro de Rafael Leónidas Trujillo maquillado y bien peinado. En primer lugar resalta sus cejas peinadas  e impecables. Sus ojos aparentan tener máscara y   un lápiz negro  resalta  su mirada color miel. Sus mejillas, marcadas con rubor rosa a tono con sus labios,  y un bigote celosamente cuidado.

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