Los rollos del profeta

<P>Los rollos del profeta</P>

Cuenta san Lucas de uno de los instantes en que Jesús, de retorno a Nazaret, entró al templo. Conforme se deduce de lo escrito por el evangelista, Jesús tenía la costumbre de leer para la feligresía. De manera que pidió el libro del profeta Isaías, lo desenrolló y se puso a leer:

“El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres. Me envió para anunciar la libertad a los presos; dar vista a los ciegos; consuelo y esperanzas a los oprimidos; y anunciar el año de gracia del Señor”. Y leído que fue el texto, cerró el libro y comentó: “Hoy mismo se ha cumplido la Escritura cuya lectura acaban de escuchar”. Y se sentó.

Dos mil años después podríamos sentarnos, procurar una copia de un rollo de los escritos del profeta y ponernos a leerlo. Basta con entender e interpretar las lenguas vivas de aquellos tiempos como el arameo o el hebreo antiguo. Como las aprendió, éstas y otras lenguas muertas, Juan Francisco Champollión, el adolescente que desentrañó el secreto de los jeroglíficos egipcios. En cambio, quien porte un disquete de cinco pulgadas y no hubiere transferido su contenido, no podrá leerlo jamás.

Esta es la razón por la cual la prensa escrita de modo convencional no sucumbirá ante los embates de los periódicos digitales. Los defensores de las formas modernas de transmisión y almacenamiento digital del pensamiento humano refutarán señalándome que un diario digital siempre es recibible en pantalla. Cierto. Pasado un tiempo, empero, se renueva la página electrónica y no podrá consultarse el contenido más antiguo.

Aquellos que embelesados se colocan ante estas muestras de la imaginería humana señalarán que los contenidos que atraigan al lector digital pueden ser grabados. Lo admito.

 Ocurre no obstante, que la codicia de quienes confeccionan programas de código cerrado y los aparatos sobre los que operan, no tiene límites. Y salvo que se modifique esa conducta, los usuarios, seducidos aún, habrán de cansarse.

Los rollos judíos, confeccionados con papiro o pieles de animales (pergaminos o vitelas) pueden consultarse. Más de dos, tres o cuatro milenios después que se escribieron o repujaron las letras, los textos son legibles. En cambio, poseo disquetes de tres pulgadas y media, grabados cuatro o cinco años ha, que convirtieron los textos en códigos indescifrables. También he perdido escritos recientes grabados en memorias más modernas, quizá por uso inadecuado, no lo niego.

Por eso rememoro con frecuencia la imagen de Nuestro Señor deseoso de leer a las gentes un texto en un rollo con un escrito del profeta Isaías. No sólo me habla san Lucas del Jesús que es clave de la salvación espiritual.

Me habla de la pervivencia de un procedimiento destinado a reproducir el pensamiento humano con sentido de perennidad.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas