Los rostros encantadores de María Montez dentro y fuera del cine

Los rostros encantadores de María Montez dentro y fuera del cine

La exposición “Ayer y hoy María Montez” sorprende por su magnitud y la cantidad de piezas que presenta en las dos plantas de la Galería, sus salones y sus salas adyacentes.  Ha sido concebida con la ambición de resucitar iconográficamente a una mujer excepcional, barahonera de nacimiento y crianza, que llegó a la cima del cine hollywoodense de los años 40, y que una muerte cruel arrancó a destiempo a la gloria que ciertamente hubiera alcanzado en Europa.

Hoy, María Montez, sobre todo en la fecha de su centenario, continúa siendo un símbolo y un modelo: tanto que los mejores modistos, dominicanos e internacionales, invitados por Tita Hasbún, le diseñaron trajes exquisitos, exhibidos en maniquíes, asimismo los ilustradores realizaron cuadros que sorprenden por una simbiosis de fantasía y fidelidad.

En los espacios dedicados al cine, figuran testimonios, vestidos esencialmente, usados en la recreación, interpretada por Celinés Toribio, de María Montez.

Afiches de las películas que la  tuvieron como protagonista principal, sin olvidar un cartel de su filmografía, nos permiten descubrir que ella trabajó en 26 largometrajes, en tan sólo una década de carrera. El año de su fallecimiento, ella actuó en tres películas… Tenía un porvenir abierto en Francia y en Italia.

Colección de fotos y fotos de colección. Gracias al generoso préstamo de Margarita Vicens de Morales y Manuel Morales Lama, los mayores coleccionistas de imágenes de María Montez en República Dominicana y tal vez en el mundo, la exposición reúne una cantidad asombrosa de fotografías de diferentes épocas y facetas, captando itinerario personal y profesional de la actriz… y es solamente una selección. Que se trate de fotos fijas de películas, de tomas sofisticadas de alta costura, de poses promocionales y “close ups” en estudios, y de unos cuantos retratos…. (casi) naturales en distintas circunstancias –así las bodas con Jean-Pierre Aumont o las atenciones de madre y padre hacia su niñita Christina–, todas reflejan y exaltan la hermosura de María Montez.

En una época, todavía libre de bótox y cirugías “reparadoras”, la adolescencia de María Montez fue como el capullo metamorfoseado en flor esplendorosa que conservó la misma juventud radiante, el mismo frescor, la misma tez aterciopelada.

Las fotografías enseñan unánimemente esas cualidades tan preciadas por la belleza femenina, y las decenas de rostros expuestos escriben espontáneamente un manifiesto de estética inconfundible.

Un rostro sensacional. Si en la niñez y la adolescencia María Montez ya tenía una fisionomía agradable, ena la edad adulta tuvo el privilegio de su cara fascinante. No era fragilidad femenina, tampoco energía –¡no le faltaba!–, sino una belleza con aura. Ojos de terciopelo bordeados de largas pestañas, nariz perfilada, boca pulposa, rasgos excepcionalmente armoniosos en un rostro de óvalo perfecto.

Su cabellera oscura era espléndida –¡pocas veces la volvieron rubia!–, y cualquier peinado convenía a la perfección de sus rasgos. El maquillaje profesional, sobre todo cuando era ligero, realzaba esa armonía natural. Como parte de la elegancia, María adoraba a los sombreros y tocados, de sobrios –la mayoría– a exuberantes, y el turbante oriental le quedaba de maravilla. Las películas siempre destacaron a ese rostro sensacional de la “Reina del Technicolor”, y , si podemos expresar un reproche a las fotos de cine, es que sacrificaban adrede la expresividad para destacar la exquisitez física,  a la vez clásica y criolla, pero más occidental que oriental… aunque llevase un turbante identificador.

Montez, dotada de una fisionomía a la vez sensual y amena, era dueña de un anatomía fina y agraciada, acompañando ese porte con una elegancia extrema.

El espectador espontáneamente contempla los retratos de medio cuerpo o de cuerpo entero, y sencillamente dice, –lo oímos–: “¡Qué mujer más bella era nuestra María Montez!”  

Publicaciones Relacionadas

Más leídas