Los secretos que guarda el templo
Las Mercedes

Los secretos que guarda el templo <BR data-src=https://hoy.com.do/wp-content/uploads/2004/10/7C4FD1CE-9185-438D-AD56-F23CB429CBB4.jpeg?x22434 decoding=async data-eio-rwidth=460 data-eio-rheight=340><noscript><img
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POR SEGUNDO ANTONIO VÁSQUEZ
La iglesia de Las Mercedes es una edificación de verdadera trascendencia en la Zona Colonial de Santo Domingo, al tener una variedad de ornamentos; pero lo curioso está cuando se logra descubrir los misterios que hay entre sus paredes.

Esta edificación que fue construida por Rodrigo de Liendo y terminada en 1555, presenta en su fachada el principal portal que mira al oeste, el cual tiene triples columnas superpuestas al muro de gruesas piedras talladas y rematadas en un espacio triangular que encierra un escudo eclesiástico.

Debajo, el hueco abarca una hornacina donde está colocada la estatua esculpida en roca de San Lorenzo, quien fue el patrono de la provincia española mercedaria, erigida en los inicios del siglo XVII. Le continúa una ventana de grueso marco sobresaliente que remata en un arco menor, la cual está arrimada al muro.

En la fachada situada en la calle del mismo nombre está el segundo portal que presenta un arco de medio punto, con columnas de gruesas piedras talladas, en cuya puerta derecha se localiza el cuadro con la imagen de Las Mercedes, y en la parte superior aparece otro blasón eclesiástico.

Además, le rematan dobles molduras salientes en cuyo alto hay un espacio abierto con pequeñas pilastras que rematan con las molduras de un triángulo. Debajo, éste encierra en el centro la efigie de San Ramón Monnato, santo mercedario del siglo XIII.

Asimismo, ubicado en el ángulo noroeste, hay una torre cuadrada y recta con tres cuerpos que mide 27 metros de altura, en cuyo alto está el campanario, valiosa no sólo por su volumétrica estructura sino porque le transmite al contorno una especial originalidad, al ser la única más alta y formada así.

En la parte que mira hacia el norte y partiendo del inicio del segundo cuerpo, se abre un precioso balconcillo, donde en el marco superior descansan las piezas verticales, las cuales arriba tienen pilares soportando un remate triangular de ladrillos que encierra un pequeña hornacina.

Pero lo enigmático es que tiene un altorrelieve de piedra con la efigie de Tirso de Molina, debido a que aquí también éste leía sus obras con el fresco de la brisa. Y en cada lado tiene una figura femenina sentada con una mano levantada en ademán de querer soportar el libro abierto que remata el labrado.

Le sigue el tercer cuerpo, en el cual está el campanario, cuya arcada tiene tres arcos en las caras norte y sur y dos en las del este y oeste, donde están sus campanas que fueron traídas del acorazado Memphis cuando encalló en nuestras playas.

Éstas se levantan sobre columnas de diez ladrillos, pero lo curioso es que nueve de ellos son de medio punto, mientras que el décimo forma un arco de reminiscencia mudéjar, lobulado, cuyo diseño es único en las estructuras de iglesias coloniales de la ciudad de intramuros.

También, está rematada por una bóveda semi esférica, en cuyos extremos se aprecian decorados que forman pirámides, las cuales en la parte del cono tienen una imagen religiosa.

Otro secreto es que adentro, sobre el muro, hay una inscripción escrita en letras, la cual textualmente dice: “Se acabó el año mil setecientos cincuenta y dos”, fecha en la cual de seguro se restauró después de haberla dañada un terremoto.

En esta espadaña se puede observar que en la cara oeste hay unas dobles hileras de rocas las cuales sobresalen, donde están las huellas de la cámara alta que antaño existía sobre la entrada lateral norte.

Al lado, en la otrora Capilla de la Soledad, está la escalinata de piedra por donde se sube a la torre-campanario.

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