Los seres humanos adquieren su verdadero dominio por vía de Dios

Los seres humanos adquieren su verdadero dominio por vía de Dios

Teófilo Quico Tabar

Hay momentos en la vida de las personas y de los pueblos en los cuales se hace necesario remontarse a la búsqueda de ideas y experiencias pasadas, no solo para visualizar el futuro, sino, para encontrar explicación o justificación ante posibles decisiones. Partiendo de lo que para algunos pensadores se constituye en axioma, en el sentido de que: “el ser humano eficaz no debe temerle al fracaso, aunque haga todo lo posible por evitarlo, porque muchas veces lo que algunos entienden como fracasos han aportado más que los supuestos éxitos”

Ya he referido acerca de lo que algunos analistas han planteado en diversas situaciones, sobre el hecho de que, personas que en ocasiones anteriores expresaron opiniones en contra o a favor de determinadas medidas, luego, al cambiar los tiempos o las circunstancias las variaron. O sea, rechazaron lo que antes habían aprobado. Porque fueron capaces de entender que aquello con lo que se habían comprometido u opuesto, no era realmente ni tan malo ni tan bueno todo el tiempo.

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Casi todo lo que se mueve en la vida, especialmente lo que tiene que ver con lo político puede influir en que las personas de cualquier nivel, incluyendo los líderes, interpreten como duda a su eficacia o coacción su libre determinación. Y como desde fuera las cosas pueden verse diferentes, hay que ser cuidadoso, pues muchos líderes, aunque no lo manifiesten, entienden que saben determinarse libremente y son temerosos de que otros lo entiendan como fracasos, olvidando que pueden realmente convertirse en éxitos.

Los seres humanos verdaderamente libres son los que adquieren su dominio por vía de Dios. Pero no necesariamente sobre el universo, sino, de sus propios actos. El ser humano debe enseñarse a sí mismo y a los demás, el buen uso de la libertad para tomar decisiones. Pero recordando siempre lo que indican las experiencias de que, lo que pudiera considerarse como un fracaso momentáneo, puede convertirse en la clave del éxito. Sobre todo cuando se trata de un deber.

El deber es considerado por filósofos como la conquista de la libertad y la conquista del mundo. La exaltación progresiva. El impulso hacia lo mejor. El florecimiento continúo del objetivo. Recuerdo una frase que me gustó mucho: “El deber, antes de imponerse desde afuera por mandamiento o por ley, se impone desde adentro como la ley del ser ávido de crecimiento. Como la ley del espíritu, ávido de afirmarse; como la ley de la libertad en vías de perfección”.

Hay hombres eficaces se consideran a la vez estrategas y tácticos. Creen que ven de lejos, viven hacia adelante, captan los grandes conjuntos, emplean los medios adecuados, se sitúan en el desenvolvimiento histórico y toman precauciones. Entienden que nada grande puede realizarse con poco esfuerzo y en unos días. Sin embargo, los hombres eficaces meditan, a veces tardan, pero en su momento hacen lo conveniente. Sin olvidar, que muchas veces los denominados fracasos se pueden convertir en éxitos.

El que tiene verdadera responsabilidad es el que tiene conciencia de que se determina, mucho más, cuando por vía de Dios puede liberarse de sus pasiones íntimas y de las presiones externas.

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