En su honor se designó una antigua calle de Santo Domingo pero aparte de la motivación que mereció esa distinción los datos sobre Hilario Espertín son casi inexistentes.
La vía le fue asignada por su actuación durante las epidemias del cólera y de viruelas y no se especifica en que consistió la participación. Algunos pudieran suponer que fue médico, sin embargo, se reconocieron a muchos otros que ofrecieron servicios humanitarios durante una u otra pandemia y no fueron facultativos.
Al referirse a los terrenos que albergaron lo que se denominó Cementerio de los coléricos, en el que se dio cristiana sepultura a las víctimas de este azote, el historiador Luis E. Alemar refiere: “En aquella terrífica ocasión hubo también sus héroes como los hubo cuando la epidemia de viruelas, en 1882. Dichos héroes, desinteresados y valientes fueron los señores Fermín de los Santos, Juan Francisco Mejía, Paulino del Rosario y José María Henríquez. El cabildo, para premiar los grandes servicios humanitarios prestados por estos señores resolvió concederles una gratificación la que jamás, por cierto, se les hizo efectiva”.
De 1868 existen pocos periódicos en el Archivo General de la Nación. Apenas se localizaron, incompletos, el Boletín oficial y El Sol. En los escasos números del primero hay referencias a la epidemia del cólera pero ninguna noticia de Hilario Espertín. En las limitadas páginas de El Sol no aparece nada ni de la plaga ni del personaje.
Se consultaron, además, varios ejemplares de la Revista Médica Dominicana de época posterior y los tomos correspondientes a esos años de Apuntes para la historia de la medicina de la isla de Santo Domingo, de F. E. Moscoso Puello y no se menciona a Hilario Espertín por lo que es probable que sus atenciones durante las epidemias no fueran en el ámbito de la medicina.
El apellido Espertín, por otro lado, parece estar extinguido. No existe en directorios antiguos ni recientes. No se encontró ninguna foto de Hilario pese a que murió en el siglo pasado.
Su nombre solo se encontró en el libro Familias dominicanas, de Carlos Larrazábal Blanco, donde figuran también sus padres, esposas y descendientes; en el fichero privado de Vetilio Alfau Durán; en Luis E. Alemar al describir la calle y en las Resoluciones del Consejo Administrativo del Distrito de Santo Domingo 1944-1945 donde está la denominación.
Alemar consigna que Espertín prestó servicios “con peligro de su vida durante las epidemias de las viruelas y del cólera” mientras que el boletín edilicio lo relaciona solo con el cólera.
Alfau Durán anotó: Hilario Espertín, “de 32 años, hijo de Paulino Espertín y Petronila Rodríguez (Larrazábal dice Ramírez) hace promesa de matrimonio en Santo Domingo, en diciembre de 1875, a Dolores Pérez, de 24 años, hija de Caridad Pérez”. El dato está tomado del libro de actas del AGN número 50. Y destaca que este murió en la capital dominicana el 4 de diciembre de 1901, según publicación de Listín Diario. El periódico de esa fecha no se encontró. Y concluye: “No dice que era prócer”.
Carlos Larrazábal describe a la familia Espertín a partir del siglo XIX.
Genealogía de Espertín. Hilario fue el cuarto hijo de Apolinario Espertín y Petronila Ramírez. Sus hermanos mayores eran José Pilar, Zoilo y Juana y después que él nacieron Ambrosio, José del Carmen y Apolinario.
Casó con Juana de Jesús y procrearon a Águeda Matilde, Juana Bautista y Águeda Eulogia. Contrajo segundas nupcias con Dolores Pérez.
Hilario Espertín contaba al morir 53 años.
En 1892 se le había donado un solar en la calle de San Pedro (José Gabriel García) “por servicios prestados a la patria”, escribe Larrazábal.
Cañonazos. Durante la epidemia del cólera el ayuntamiento de la capital publicó una resolución anunciando que para despejar “la atmósfera corrompida que se desprende de la fatal epidemia del cólera”, solicitó y obtuvo permiso de la gobernación para que se dispararan algunos cañonazos por las calles “según su uso y costumbre”. Lo ponía en conocimiento de la población para evitar “una alarma infundada”.
El pueblo estaba consternado por la pandemia, definida entonces como “cólera morbus”. Las víctimas fueron enterradas en una fosa común fuera del cementerio, “en un terreno baldío contiguo, que desde esa fecha fue considerado como un sitio nefasto donde no debía hacerse ninguna obra”.
Por ello hubo protestas cuando en 1901 se intentó removerlo para abrir zanjas de desagüe.
Se le llamó plazoleta de los coléricos y Alemar dice que “ocupaba el sitio donde hoy se levanta el edificio de la Escuela Normal, limitada por el norte por el parque Independencia, por el sur por la calle Canela, por el este por la Estrelleta y por el oeste por el Cementerio Municipal”. Añade: “En este lugar se verificaron los enterramientos de los que morían atacados por la terrible epidemia, de donde provino el nombre”.
Apunta que “el benemérito e ilustre prócer Juan Isidro Pérez”, una de las víctimas de la de 1865 “fue sepultado en aquella fosa común”.
El 25 de febrero de 1868, el gobernador Román Guzmán publicó una circular en el Boletín Oficial manifestando que según los partes de sanidad recibidos “la epidemia va minorando en gran manera, no contándose desde el día 19 al de hoy sino diez y ocho defunciones”.
Lamentaba no poder dar a los gobernadores noticias más favorables, no obstante decía alimentar la esperanza “de que en breves días anunciaré su total desaparición”.
Según datos, los enfermos del cólera presentan vómitos y una excesiva diarrea denominada colerina con heces liquidas, sin apenas mostrar fiebre. Los diccionarios modernos lo definen como “diarrea acuosa profunda, vómitos, entumecimiento de las piernas”. “La pérdida rápida de líquidos corporales lleva a la deshidratación y a la postración. Sin tratamiento adecuado puede ocurrir la muerte en cuestión de horas”.
Una publicación de Listín Diario de 1901 expresaba: “Es casi probado que la buena higiene en estos casos es el mejor preservativo”.
La calle. El 13 de noviembre de 1934 el Consejo Administrativo designó “Hilario Espertín “la calle del ensanche “Las Casas” que se extiende de noroeste a suroeste y que parte la carretera Duarte”, en honor “de los servicios que este prestó en peligro de su vida durante la epidemia del cólera de 1868”
Se trata del barrio Don Bosco. La calle está localizada entre las avenidas 27 de Febrero y San Martín.