Los tardíos grandiosos «años dorados»

<P> Los tardíos grandiosos «años dorados»</P>

POR STEVE LOHR
NUEVA YORK.- Al hablar en una conferencia sobre el envejecimiento en la Casa Blanca en 1961, el entonces Presidente John F. Kennedy declaró que añadir años a la vida de la gente a través de la magia de la ciencia y la medicina, aunque impresionante, era una ambición insuficiente para la sociedad estadounidense. «Nuestro objetivo», dijo, «debe ser añadir nueva vida a esos años».

Una respuesta al desafío de Kennedy había aparecido un año antes en las afueras de Phoenix, donde el promotor Del Webb construyó su primera gran comunidad de retiro. Su nombre era Sun City, y su aliciente publicitario era que la ciudad en el desierto, con su propio campo de golf, salón de recreación y centro comercial, era el lugar ideal para retirarse y pasar los «años dorados» de la vida.

En vísperas de la apertura de Sun City, hubo algunos momentos inquietantes. Dos millones de dólares – bastante dinero en ese tiempo – habían sido invertidos en el proyecto. Expertos habían dicho al equipo de Del Webb que los anciamos podrían rechazar dejar a familiares y amigos para tener un futuro desconocido entre extraños en el desierto. ¿Sun City sería un pueblo fantasma prefabricado?

Resultó ser un éxito enorme y ampliamente imitado, porque aprovechó una nueva visión de las vidas estadounidenses, una en que cualquiera puede dejar de trabajar al final de su edad mediana para disfrutar un prolongado periodo de ocio activo antes de que finalmente lleguen las limitaciones de la ancianidad.

Aunque siempre hubo un poco de mitologización en esa visión, los «años dorados» han sido reales y alcanzables para dos generaciones de estadounidenses, los nacidos aproximadamente de 1900 a 1945. Sin embarg para la gente que ahora tiene 50 años o menos, lo que parecía ser una nueva característica permanente del sueño americano parece estar retrocediendo rápidamente.

¿Los años dorados fueron un concepto sostenible para el retiro estadounidense, y los extrañaremos cuando hayan desaparecido?

La reconsideración del retiro es impulsada por la necesidad y las actitudes cambiantes. El debate actual sobre la Seguridad Social – y la aún mayor tensión sobre el Medicare algún día – apunta al problema de cómo pagar los gastos del retiro y los privilegios de los más de 75 millones de personas nacidas entre 1946 y 1964, los llamados «baby boomers», conforme pasen a sus años de retiro. Esos problemas reflejan los inconvenientes de las fuerzas que ayudaron a hacer posibles los años dorados para empezar.

La creación de la Seguridad Social en 1935 y los programas de Gran Sociedad de los años 60 – Medicare para la cobertura de salud y la Ley de Estadounidenses Mayores para los servicios comunitarios _ proporcionaron a los estadounidenses mayores unaa base de seguridad financiera. Los patrones públicos y privados incrementaron eso con planes de pensión que garantizaron pagos fijos año tras año. Ahora, las pensiones privadas están volviéndose raras, y el costo de los privilegios públicos está aumentando significativamente.

Sin embargo los baby boomers también están evitando la idea del retiro de los años dorados como unas vacaciones interminables. Sondeos de AARP (la asociación de pensionados de Estados Unidos) y otras organizaciones están encontrando que hasta 80 por ciento de los boomers planean realizar algún tipo de trabajo pagado hasta llegados los 70 años. Ven una continua participación en la fuerza laboral como una forma de ayudarse a permanecer mentalmente aptos y socialmente involucrados, así como financieramente más seguros.

«Los »años dorados» fueron una estrategia de mercadotecnia brillante, y un modelo de retiro que atrajo a muchas personas durante mucho tiempo, pero ya no funciona económica o socialmente», observó Marc Freedman, presidente de Civic Ventures, un grupo no lucrativo que intenta facilitar a los estadounidenses mayores el trabajar en sus comunidades.

Los retirados de hoy en Estados Unidos son un grupo diverso, 40 millones de personas de diversos ingresos, edades y niveles de actividad. Pero hay signos de que muchos de ellos, también, encuentran poco satisfactorio el retiro convencional.

«Una vida de ocio para la mayoría de la gente es aburrida», dijo Ken Dychtwald, consultor de mercadotecnia y estrategia, quien asesora a corporaciones y gobiernos. Un síntoma de lo que citó Dychtwald: Los estadounidenses retirados ven un promedio de 43 horas de televisión a la semana, similar a un empleo de tiempo completo. «El retiro tradicional ha resultado ser un experimento fallido», dijo.

Quizá, pero es bueno recordar que el ideal de los años dorados fue profundamente progresista en su momento, reflejando una nueva riqueza para la clase media, un triunfo de la política social, y un rompimiento con la mayor parte de la historia humana.

Antes del siglo XX, la vasta mayoría de la gente – todos excepto la élite acaudalada – trabajaba hasta que moría, y justo antes. El trabajo, se decía, era la pensión de los pobres. Pero cconforme la prosperidad y la esperanza de vida empezaron a aumentar significativametne después de la Segunda Guerra Mundial, un retiro cómodo se convirtió en una posibilidad para muchas más personas.

La Seguridad Social proporcionó el incentivo de una pensión pública. El Presidente Franklin D. Roosevelt elogió al programa por proteger a los estadounidenses «contra una ancianidad plagada por la pobreza». Sin embargo, con un desempleo del 25 por ciento y jóvenes desocupados que eran considerados como un polvorín potencial de intranquilidad social, también hubo otras consideraciones.

«Parte de la motivación era que se viera como una buena idea sacar a las personas mayores de la fuerza laboral durante la Depresión», señaló Dora L. Costa, historiadora económica del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

Pero fue el ascenso posterior a la Segunda Guerra Mundial de la economía estadounidense lo que verdaderamente preparó el terreno para el retiro masivo. Ejecutivos y líderes sindicales reconocía las vidas más largas y la mayor riqueza de muchos trabajadores, pero lo que aún faltaba, decían, era un modelo de vida atractivo después del trabajo. Walter Reuther describió un páramo de retiro como «demasiado viejo para trabajar, demasiado joven para morir».

Luego vino Sun City y la imagen lustrosa de los años dorados. Folletos de la época muestran a retirados felices jugando al golf, al boliche sobre el pasto, pintando paisajes y observando aves en un terreno soleado son palmeras, cactuses Saguaros, y casas de una planta modestas pero agradables.

Era una comunidad, decía el folleto, que prometía «Una Nueva Forma de Vida Activa» diseñada para personas de «55 Años o Más». La campaña publicitaria hablaba de juego y comunidad, usando términos como «el nuevo ocio» y «los años amistosos» así como los años dorados. Este no era un futuro en una silla mecedora.

Los retirados de los años dorados fueron muy buenos para la economía: una cultura móvil que se desplazaba en autos y vivía en comunidades exurbanas recién construidas. Su gasto dio impulso a Detroit y la industria de la construcción por igual. La demografía generacional les aseguró una gran medida de estabilidad financiera. Tras ellos estaba una enorme generación de personas relativamente bien educadas con buenos empleos – los baby boomers – cuyo trabajo e impuestos han financiado ampliamente los privilegios de retiro de sus padres.

Los boomers, por supuesto, enfrentan una aritmética generacional muy diferente: Son numerosos, pero tuvieron familias comparativamente pequeñas. Sume la constante extensión de la esperanza de vida y un torrente continuo de avances médicos que mejoran la vida pero son costosos, y el camino actual parece alarmante.

«El problema es mucho más serio de lo que se da cuenta la mayoría de la gente», dijo Lawrence J. Kotlikoff, profesor de economía de la Universidad de Boston, quien es co-autor con Scott Burns de «The Coming Generational Storm» (MIT Press, 2004).

En años recientes, las compañías se han alejado significativamente de proporcionar a sus trabajadores pensiones tradicionales de beneficios fijos; en vez de ellos ofrecen planes que dependen de los propios ahorros de los trabajadores, como las cuentas 401(k), y no dan garantías.

Pero economistas dicen que la mayoría de los trabajadores están ahorrando muy poco en estas cuentas. Luego consideremos que la mitad de todos los trabajadores ahora se retiran a los 62 años, cuando ya se vuelven elegibles para los pagos de Seguridad Social.

«La gente no va a poder retirarse a los 62 años y sostener su actual estilo de vida», dijo Alicia Munnell, directora del Centro para Investigación del Retiro del Boston College.

Incluso el «dividendo de la herencia» que la generación de los boomers eventualmente recibirá de sus padres, estimado en 10 billones de dólares, no afectará en gran medida la imagen general para la mayoría de la gente, porque el segmento más rico de la población recibirá el grueso de ese dinero.

Sin embargo el pronóstico pesimista supone que las tendencias actuales continúen. Hay una alternativa: Cambiar la naturaleza del retiro, al igual que los años dorados fueron un giro respecto de lo que ocurría antes.

Por ejemplo, si se eleva la edad de retiro en tres años, la ganancia anual para el sistema de Seguridad Social – por reducidos costos de beneficios y mayores impuestos pagados por trabajadores aún en funciones – sería de alrededor de 30 por ciento del costo total del programa, según Jonathan Gruber, economista del MIT. Ese cambio borraría todas las inquietudes sobre los déficit que enfrenta la Seguridad Social en los próximos 75 años, dijo Gruber.

Un camino más sutil sería una evolución voluntaria de las actitudes sobre el trabajo a edad avanzada entre patrones y trabajadores. Hay alguna evidencia de que ya está empezando. Casi la mitad de todas las personas que se retiran formalmente de su carrera continúan trabajando en empleos de tiempo completo o medio tiempo o inician sus propias compañías, según Joseph Quinn, profesor de economía del Boston College.

El sueño de los años dorados fue liberarse del trabajo. «El nuevo sueño», dijo Freedman de Civic Ventures, «quizá sea la libertad de trabajar en nuevos campos, y en empleos que siguen siendo remuneradores».

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