El 1844. Primer año de la separación definitiva de los dominicanos de los haitianos. Fue un año muy convulso y caótico en que los criollos tuvieron que enfrentar la oleada de invasiones de tropas que venían empujadas por una casta militar de longeva formación a entregar sus vidas frente a la fiereza de sus oponentes dispuestos a hacer valer su derecho a tener una nación independiente.
Marzo de 1844 sería el bautismo de fuego del ejército dominicano, improvisado por una legión de hombres, que sacados de sus labores agrícolas o laborales en los pueblos, fueron motivados para defender su conquistada libertad hacía pocas semanas después del 27 de febrero.
No hubo tiempo para disfrutar de la separación de 1844, lograda hacía apenas 22 días. A mediados de marzo las tropas invasoras del oeste llegaban masivamente para recuperar lo que los dominicanos les habían despojado semanas antes sin violencia. Fue un traspaso singular, hecho tranquilamente sin derramamiento de sangre. Sería el preámbulo de lo que semanas después se convertiría en una angustia de oleadas de invasores haitianos tratando de recuperar sus antiguas posesiones tan graciosamente despojadas por una incipiente nación sin preparación.
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No hay dudas que la importancia del nacimiento de la República Dominicana merece una profunda reflexión sin apasionamientos para darnos cuenta de la estirpe de la cual estaban formados esos improvisados soldados, que en las desérticas tierras del Sur y en los ubérrimos valles del Cibao, le hicieron frente a una masa de rabiosos soldados que a disgusto venían a combatir y a morir en manos de los dominicanos que casi nunca le daban tregua. Tanto en los enfrentamientos del 19 como en los del 30 de marzo, los dominicanos, empujaron a sus rivales en desorganizada retirada y derrotados hacia el oeste para cruzar el Masacre o el Artibonito y retornar a su país.
Resulta increíble de como una estructura gubernativa improvisada supo hacerle frente a un país más organizado en sus más altos niveles, pero en los estamentos inferiores eran tan pobres como los dominicanos. La fuerza del criollo, motivado para tener una patria, se impuso con valor a una nutrida masa militar hambrienta y sin motivaciones de luchar por un territorio que pisotearon por 22 años
Desde la Separación en 1844 hasta la Anexión a España fueron 17 años de zozobras en que tan solo en el Cibao, sus habitantes, trataron de organizar al país pretendiendo apartarse de las maquinaciones políticas de los dictadores haitianos de invadir constantemente al oriente de la isla sin resultados positivos. Eran derrotados cada vez por los veteranos soldados dominicanos de los anteriores enfrentamientos sin que los haitianos pudieran recuperar el territorio en manos de sus dueños originales.
Pero los haitianos pudieron conservar unos 5 mil kilómetros cuadrados logrados antes de 1822. Las poblaciones españolas de 1809 a 1822 en Hincha, Las Caobas, San Rafael de la Atalaya y San Miguel de la Angostura emigraron hacia oriente y procuraban establecerse lejos de la frontera, tal fue el caso de los Santana, que desde Hincha fueron a establecerse en El Seibo en el extremo oriental de la isla.
Después de la anexión a España en 1861, los haitianos aplacaron sus delirios de invadir el este de la isla y trataron de sosegarse sin pretender invadir de nuevo a un país que había vuelto a ser colonia de España. Incluso Haití contribuyó a la Restauración.