Los toros sagrados

Los toros sagrados

ENRIQUE PÉREZ VÉLEZ
Nuestro folklore político resulta extremadamente excitante y contagioso, y por más que tratamos de eludir ese pernicioso foro público que airea casi todos los ambientes de nuestra sociedad, incluyendo a la iglesia que con frecuencia tira sus «piedrecitas» durante el sermón de la santa misa, se hizo presente en las últimas reuniones del Peñón de los Viejos violentando nuestro lema de cero política, que nos permite disfrutar agradables momentos de sana diversión, y que además aprovechamos para adaptarnos a los cambios de la «modernidad» que impone la globalización, mística que nos faculta evaluar sin antagonismo el desastre que ocasionó la peste pepachista, devastadora enfermedad cuyos microbios continúan azotando a nuestro país, por culpa de la brigada peledeísta encargada de combatir y erradicar ese terrible padecimiento, por carecer sus miembros, según se rumorea públicamente, de la testorona necesaria que desarrolla las glándulas genitales, padecimiento que causa una cobardía «que no tiene precio», por lo tanto… e’ pa’ lante que va el repudio nacional.

La conmoción delictuosa que desató la peste pepachista no se «detuvo» en ninguna puerta de los organismos del Estado, calamidad que afectó moral y económicamente al pueblo dominicano, dejando al país en las más absoluta prángana.

Resulta paradójico que el funesto vicio de la corrupción lo fomentan principalmente las personas llamadas a combatirlo, mala maña ejercitada por los gobiernos de los diferentes partidos políticos, y cuando alguien osa denunciar determinada fechoría, las autoridades gobernantes descaradamente justifican dicha acción delictuosa, aduciendo que la administración anterior cometió la misma bellaquería, cosa que el Ministerio Público con su silencio factura la complicidad que crea méritos para que cada cuatro años se le agregue más eslabones a esa cadena viciosa.

Mucho se ha hablado de lo bien que pastorean las vacas sagradas de la raza política y empresarial, en la vasta «hacienda pública», para hacer el sabroso pasto del erario para saciar su hambre de dinero, abusando de la pasividad de este pueblo que en cualquier momento le pasará factura.

Con la «apertura» del 16-08-04, los nuevos «cowboy» comenzaron a acorralar a una manda de «toros sagrados» que pastorean a todo lo largo del territorio nacional, con motivo de la «indelicadeza» de los carros robados y vuelto a robar, por los llamados a entregar esos vehículos a sus legítimos dueños, acción que aprovechan esos vaqueros para enlazar por los cuernos a los que se alimentaban con el «heno de Quirino», y a otros que puedan estar dentro del corral del contrabando de licores, inversores y electrodomésticos, según las buenas y malas lenguas.

Metidos como están en la batidora de la corrupción guardias y policías, en la última reunión del Peñón de los Viejos el «plato de la noche» se condimentó con la «rumología» de pecaminosas acciones de este ganado y de irritantes privilegios, que al batirlo en la coctelera produjo con un exquisito cocktail de singulares de singulares travesuras y prerrogativas.

Como por los hechos los conocereís, el pleno del Peñón de los Viejos puso en agenda el «caso no resuelto» de los llamados viajes ilegales, en razón de que diseminados por todas nuestras costas existen destacamentos de la Marina de Guerra, del ejército y Policía Nacional, y en atención a lo fácil que le resulta a dominicanos y extranjeros localizar a los organizadores de esos viajes, la gente común no se explica cómo no han «agarrado» a esos delincuentes, razón para pensar en incapacidad complicidad.

En nuestra frontera, aeropuertos y puertos, existen puestos de vigilancia con personal adiestrado de las Fuerzas Armadas, Policía Nacional y del DNI, así como también de Migración y otras autoridades, por lo que la población tampoco se explica cómo pueden «pasar» tantos contenedores cargados con artículos de contrabando, sin que ninguna de esas autoridades se percate de su paso, por lo que existe presunción de incapacidad o complicidad.

Con propiedad se comenta que la plana mayor de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional es una clase privilegiada, en razón de que los miembros de esas instituciones son tan «empleados públicos» como el civil que desempeña cualquier cargo en la Administración Pública, que recibe tratos vejatorios cada vez que el gobierno cambia de partido, botando a centenares de empleados públicos civiles, sin prestaciones, ni con una mísera pensión; en cambio a los empleados públicos civiles, sin prestaciones, ni con una mísera pensión; en cambio a los empleados públicos militares y policiales que no son de la «tendencia» del nuevo gobierno los colocan en retiro con una jugosa pensión, escolta para su cuido personal y la de su familia, disfrutando de servicios hospitalarios y otras prebendas.

Aunque la ley lo prohíbe, según entendidos en la materia, esta clase privilegiada de empleado público, no obstante estar pensionado (en retiro) se les nombra en altos cargos en la Administración Pública y en instituciones autónomas y descentralizadas del Estado, cosa fácil de comprobar con una simple «auditoría» a las nóminas de esos organismos.

La rama femenina del Peñón de los Viejos, siempre bien informada, ofició interesantes datos sobre el bienestar económico de generales en retiro, que pese al «corto» emolumento que perciben, son dueños o residen en costosas viviendas, con lujosos vehículos y excelente estándar de vida; además el bloque feminista afirma no conocer a alguno de esos oficiales en retiro después de 1966 que esté «en la cuenca».

El Gobierno está en la obligación de medir con la misma vara a estas dos clases de empleados públicos, pues el Art.100 de la Constitución dice: La República condena todo privilegio y toda situación que tienda a quebrantar la igualdad de todos los dominicanos. AMEN.

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