Los trabajos de los escritores

Los trabajos de los escritores

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
En qué asuntos podría trabajar un escritor extranjero en la República Dominicana? ¿Existen en Santo Domingo revistas y periódicos especializados? – Doctor, usted ha sido profesor en su país; podría serlo también en nuestra Universidad.

– Sigo siendo profesor en excedencia; no he perdido mis derechos titulares. – ¿Cuántas facultades abarca la Universidad de Santo Domingo? – Todas, o casi todas, pues supongo que no existen departamentos de cibernética, de cosmología, de tecnología de partículas sub-atómicas. – Ninguna Universidad tiene obligación de cubrir todas las carreras o enseñar todas las ciencias. – Si no logramos transmitir adecuadamente los conocimientos tradicionales de las carreras ordinarias, más difícil aun sería impartir docencia en ciencias nuevas o en proceso de constitución. – He oído decir que aquí los estudiantes aprenden muy poco debido a la politización de la vida académica; también se dice que el profesorado carece de la formación necesaria. En mi país se habla de la pasión de investigar y de la pasión de enseñar: dos pasiones complementarias de gran valor colectivo.

– Tengo una amiga húngara llamada Panonia, estudiosa e inteligente, con quien hablaba de estas cosas en otro tiempo. Ahora vive en Hamburgo. Ella opinaba que no había nada más deprimente que «la farsa académica». Así llamaba a los formalismos huecos entre estudiantes y profesores. La politización y la falta de rigor han envenenado la vida intelectual en muchos países. Conozco lugares donde los escritores se detestan mutuamente; aparentemente son impermeables a los estímulos culturales. No es posible la vida intelectual sin fecundación recíproca. Los momentos más creativos de la cultura europea contemporánea fueron tiempos de estrecha convivencia. Físicos, historiadores, matemáticos, poetas, novelistas. Los círculos intelectuales siempre tuvieron mayor cantidad de coincidencias, interacciones, colaboraciones, que disensiones, conflictos o reyertas. Por lo menos en Europa del Este.

– En Cuba he observado que problemas sociales originados por la esclavitud no han concluido todavía. Cubanos y dominicanos son negros, blancos, mulatos. Blancos y negros, herederos ambos de la colonización española, son, al mismo tiempo, «las víctimas y los verdugos», como afirma Octavio Paz, refiriéndose a la sociedad mexicana. Y ese no es el único problema de las sociedades americanas: tener una «guerra civil en el corazón». Hace unos meses supe de un judío alemán que vivió en Santo Domingo durante la Segunda Guerra Mundial; era un historiador del arte. Estaba convencido de que en la América los europeos no habían tenido éxito al implantar su cultura. Decía, aproximadamente: «se ha logrado la transmisión de un contenido abstracto sin poder crear las condiciones que deben reproducirlo». Este judío regresó a Europa cuando terminó la guerra. En América surgió un «artesanado», fuera hispanizante o italianizante, según las influencias recibidas; nunca un arte pleno y autónomo; y así en las industrias y en la literatura y el pensamiento filosófico. Más peliagudo es el asunto de las instituciones políticas. Se fundaron repúblicas sin que se hubiese difundido entre las masas el aprecio por la democracia. Ese es el tema trágico de Bolívar y de su maestro Simón Rodríguez.

– Le diré a usted lo que ocurre con los escritores en Hungría, en Cuba, en los Estados Unidos. John Dos Passos, el autor de Manhattan transfer, de U.S.A., escribió: «el novelista es un perro de presa que va por delante del historiador». Durante una entrevista añadió que a veces el perro no llega a comerse la trufa; sólo la descubre y la olfatea. Las capacidades de los escritores son múltiples: imaginativas, artísticas, intelectuales, proféticas, de anticipación del futuro de las sociedades. También pueden «olfatear» el peligro para su integridad psíquica. En relación con el espectáculo penoso de escritores agavillados en partidos o en capillas, ese mismo John Dos Passos hizo un chiste doloroso: «escritores de todo el mundo, uníos, no tenéis nada que perder excepto vuestros cerebros». Los escritores deben vincularse sin obligatoriedad; pueden cooperar entre si satisfactoriamente. Pero no deberían homogenizarse bajo consignas ideológicas o políticas, disfrazadas de gremialismo.

– Usted es periodista; por tanto, debe estar bien enterado. ¿El gobierno actual mantiene escritores presos por causas políticas? – No creo que haya ningún escritor preso. ¿A qué cree usted que se deba ese hecho tan extraño? – Bueno, en primer lugar, casi todos los escritores trabajan para el gobierno; quiero decir desde la administración pública, en instituciones que reciben fondos gubernamentales, en conexión con los órganos de comunicación del Estado. Además, a los escritores no les hacen mucho caso las autoridades políticas. Tienen poca influencia. Casi todos están contratados para trabajos de relaciones públicas, publicidad, redacción de documentos, organización de espectáculos. – Las cosas que usted dice no incitan a buscar trabajo en esta isla. Lo que dio importancia social a los intelectuales de Europa, después de la invención de la imprenta, fue que empezaron a no depender del mecenazgo para subsistir. No dependía, enteramente, de la Iglesia, del Estado, de la aristocracia o de los hombres de negocios. – ¿Buscará trabajo en nuestro país? – Tengo que pensarlo bien; no soy por supuesto, un semidiós; he trabajado ya en varios países. Soy un hombre común; pero no me gustaría ser un semi-hombre; quiero ser un hombre completo. Santo Domingo, R. D., 1993.

henriquezcaolo@hotmail.com

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