Los traumas de la guerra, desafío del posconflicto

Los traumas de la guerra, desafío del posconflicto

OGOTÁ. – Víctimas o actores del conflicto armado, millones de colombianos han vivido los horrores de la guerra y sufren los estigmas de décadas de violencia, cuya cicatrización es uno de los desafíos a superar en el camino hacia la paz.
“Mantengo siempre como una zozobra”, confiesa María con voz casi inaudible. De niña, vivió los combates entre militares y guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, marxistas), que recientemente firmaron un histórico acuerdo de paz para poner fin a 52 años de guerra.
“Yo tenía seis añitos (…) Siempre me daba miedo. Todas las tardes nos tocaba irnos a quedar en el pueblo porque la guerrilla llegaba hasta la finca a matar a la gente”, cuenta a AFP esta mujer de 49 años. Su padre, que se negó a trabajar para ellos, sobrevivió por poco a un ataque guerrillero.
El acuerdo de paz, ratificado a finales de noviembre, muestra la luz al final del túnel de una guerra en la que también han participado otras guerrillas, paramilitares y agentes estatales, dejando al menos 260 000 muertos, 60 000 desaparecidos y casi siete millones de desplazados. Unas líneas del pacto, de más de 300 páginas, están dedicadas a “medidas de recuperación emocional”: para “contribuir a aliviar el sufrimiento de las víctimas”, el Gobierno se compromete a “mejorar la calidad de atención psicosocial” y reforzar los servicios de salud mental, dice, sin dar detalles.
Que esos traumas puedan generar violencia en tiempos de paz preocupa al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). En octubre, el organismo llamó a no olvidar que la salud mental es “el eterno trauma del conflicto, que Colombia no puede ignorar”, destacando que las víctimas “también llevan las cicatrices de la violencia en la cabeza”.
¿Víctimas y/o agresores? Tras una infancia marcada por el miedo, María, cuyo nombre fue cambiado por seguridad, tuvo un marido violento al que abandonó. Sin dinero y endeudada para atender a su hijo enfermo, trabajó para las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), creadas para combatir a las guerrillas.
“Yo trabajaba en la parte logística, haciéndoles de comer a ellos o lavándoles” la ropa, cuenta. “Nunca les preguntaba de dónde venían o lo que estaban haciendo”, dice mientras araña nerviosa la mesa de su modesta casa, ubicada en el patio trasero de un edificio en un suburbio de Bogotá.
María afirma nunca haber manipulado un arma. Pero formó parte del proceso de desmovilización de paramilitares de extrema derecha, completado en 2006. Diez años después, y aunque se mudó a más de cuatro horas de su región de origen, vive con el miedo de que alguien la reconozca.
“Se escucharon muchos rumores, que a la gente que había trabajado con ellos les iban a matar. Allí sí le da a uno como miedo”, confiesa esta mujer de cabellera café y apariencia fuerte, que dice nunca sentirse verdaderamente como sí misma, sino como si tuviera “un doble”.
“Definir una línea entre quién es víctima y quién es victimario es muy complejo”, explicó a la AFP Joshua Mitrotti, director de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), que acompaña a los excombatientes en su retorno a la vida civil, incluyendo una corta terapia que de ser necesario es ampliada en el servicio de salud pública.
“De las 49 000 personas que hemos atendido, 90 % llegan afectadas: tenemos estrés postraumático en más o menos un 30 %”, indicó.

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