POR: Francisco Robles
Una de las realidades mundiales más recalcadas en esta pandemia es la desigualdad. Mientras algunos la pasan en destinos turísticos bebiendo whiskey on the rocks y observando el atardecer en la playa, otros piensan que comer y cómo subsistir.
Pues la COVID 19 nos afecta a todos, pero no de igual manera. Principalmente en el área de educación.
La primera impresión y solución lógica es pensar en clases virtuales. Pero como decía el poeta Facundo Cabral, yo no sé quién va más lejos, la montaña o el cangrejo.
Para poder implementar un modelo educativo totalmente virtual hacen falta tres elementos:
1 – Conexión rápida y estable a Internet
2 – Conocimientos básicos de ofimática
3 – Disposición y un ambiente preparado para tomar clases
Resulta sencillo pensar que teniendo laptops o celulares y trancando la puerta de la habitación, resolvemos el problema.
Pero la realidad es más difícil. Vivimos en un país donde el índice de acceso a tecnología y conectividad están a años luz de lo necesario, donde existen familias que no tienen con que caerse muertos, pues hasta un velorio es un privilegio para algunos, y un índice de analfabetismo digital que encarece el proceso.
Este artículo no pretende buscarles una solución mágica a estos problemas, sino golpear duro la cantera y preparar la mente para reflexionar en las preguntas que podrían dar solución a los tres elementos mencionados.
1 – ¿Cómo logramos que los estudiantes tengan acceso a Internet? ¿Qué hacer con los lugares donde no hay cobertura? ¿Qué hacer con los lugares donde el ancho de banda es limitado?
2 – ¿Los estudiantes tienen conocimiento previo de la plataforma a utilizar? ¿Usan más laptops, desktops o celulares?
3 – ¿Los estudiantes viven en un entorno familiar sano? ¿Cuentan con la planta física para estudiar cómodamente? Y, por último, ¿los estudiantes realmente quieren clases virtuales?
La sugerencia de un servidor para resolver estas interrogantes es primero pensar en el estudiante y luego en los intereses económicos y políticos. ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con un estudiante? ¿Ya sea tu hijo, primo, conocido o alumno?