También conocidos como monos místicos y están representados por una escultura en madera que está situada en un lugar sagrado de Toshugo, Japón.
Los turistas compran miles de replicas cuando viajan por esos lares, ya que poseen un profundo significado. No ver el mal, no oír el mal y no escuchar el mal. O sea, los monos se hacen ciegos, sordos y mudos.
Y en este país todo parece indicar que una gran mayoría de los dominicanos actúan como los monos sabios. O sea, no leer nada de la basura que se publica, no escuchar los disparates que a diario circulan en las ondas radiales y televisivas y no perder el tiempo hablando sobre el escenario dantesco de una sociedad que cada día se hunde en la podredumbre y la miseria moral.
La indiferencia es total. La gente solo suele decir, “no quiero saber nada de esa vaina, este país se jodió”. O algo como esto: “ya no leo prensa ni veo noticias por televisión y eso me ha quitado el estrés y me ha traído paz”. Los más radicales llegan a decir: “en esta casa el que me hable de política lo hecho a patadas”
Y tienen sus razones. Porque de nada sirve leer, escuchar o hablar sobre la justicia dominicana y sus teatrales actuaciones, sobre las maquilladas estadísticas oficiales, de la resquebrajada oposición que no ofrece esperanza de cambios para nadie, sobre la corrupción y la impunidad de la que gozan los que están o estuvieron en el poder y mucho menos del pillaje callejero, donde la delincuencia y el crimen arropan cada rincón del país. El caos en el tránsito, que es muy similar al que existe en todos los estamentos del gobierno, tampoco es algo de lo que vale la pena perder el tiempo.
Las indecisiones, componendas y las metidas de pata, campean sobre aquellos temas que nos hunden cada vez más en el subdesarrollo y la miseria, como un modelo económico concentrador de riqueza, la reforma policial, el tráfico de drogas, la inseguridad ciudadana, el sistema eléctrico, el servicio exterior, la inmigración, la seguridad social, el código laboral, el código penal o la explotación de los recursos naturales o en su defecto son tratados por las autoridades con una increíble irresponsabilidad, ya que nadie quiere tomar el toro por los cuernos. Hasta la sociedad civil se muestra apática ante esos vacíos de gobernabilidad.
Y así, cada día las cosas empeoran, se agrietan y van alimentando una crisis de gigantescas proporciones, que nadie ve, que nadie oye y de la que nadie habla.
Cuando los ciudadanos de un país caen en ese estado de estoicismo, incredulidad e indiferencia, todo puede pasar. Se puede matar a cualquiera a un precio moderado sin que nadie se alarme, el absolutismo puede desembocar en una dictadura represiva sin que nadie levante un dedo, los grandes hombres de negocio, en especial si están vinculados al poder político, pueden evadir impuestos y cometer fraudes sin temor a ser perseguidos.
El Congreso puede darse el lujo de aprobar cualquier ley que raye en lo absurdo y la justicia mostrar abiertamente su rasgadura moral y eso a nadie le importa.
Finalmente, hay voces aisladas que todavía truenan ante esos sucesos denigrantes del diario vivir. Que siguen oyendo, viendo y hablando sobre los males que han echado raíces profundas en nuestro país sin que nadie los enfrente. Son héroes que aun creen en la salvación. El problema es que unas pocas mariposas no hacen primavera, mientras la mayoría de ellas actúen como los monos sabios.