Los triunfadores no se rinden, a propósito de David Ortiz

Los triunfadores no se rinden, a propósito de David Ortiz

Desde mis primeros años en el periodismo deportivo, uno de los libros que más influyó para que me dedicara a este oficio por su alto nivel de inspiración fue “The Winners Don’t Give Up” (Los Triunfadores No se Rinden) de la autoría de Phil Pepe, uno de los escritores deportivos estadounidenses más prominentes con una producción de más de treinta obras sobre diversas disciplinas deportivas y figuras que supieron superar serios obstáculos para finalmente encumbrarse hasta el estrellato.
En la citada obra, Pepe identifica a un grupo de deportistas talentosos de las décadas de los 50 y 60 que si no hubiese sido por su templanza y determinación se hubiesen quedado en el anonimato hundidos en el fracaso y la frustración. En el listado recordamos algunos nombres: Jackie Robinson, Bob Petit, Rocky Marciano, Elgin Baylor, Maury Wills, Mickey Mantle, Pete Gogolak, Ken Ventury y Jim Hurtbise.
La semana pasada el “Big Papi” fue objeto en el estadio Fenway Park de los Medias Rojas de Boston, de uno de los homenajes más significativos y difundidos en los medios de comunicación con motivo de su retiro luego de la actual temporada, terminando la serie regular con unas estadísticas personales del más alto nivel (.315, 38 cuadrangulares y 127 carreras remolcadas) a sus 40 años de edad y 20 de servicios en Las Mayores. Entre las autoridades se destacó la presencia del presidente Danilo Medina, a quien le cupo el honor de lanzar la primera bola en el partido contra los Azulejos de Toronto.
No disponemos del espacio para hablar de su enorme colección de logros y números de su carrera, que incluye ser elegido 10 veces al Juegos de Estrellas, tres veces campeón de la Serie Mundial. Con un promedio de por vida de .286, 541 cuadrangulares y 1,768 carreras remolcadas, dígitos que lo ponen en la senda expedita para llegar al Salón de la Fama de Cooperstown, que lo convertiría en el primer Bateador Designado en ingresar al encumbrado templo.
Pero si su grandeza ha sido tan extraordinaria en el terreno de juego, en la misma medida se pueden equiparar sus aportes humanitarios fuera del mismo. A través de la Fundación David Ortiz cientos de niños de su país y de los Estados Unidos con problemas del corazón han sido operados de sus dolencias gracias a su sensibilidad y altruismo.
Por sus aportes mereció recientemente que una calle y un puente en Boston y una sala pediátrica en un centro médico del país, lleven su nombre. Fue firmado como primera base por los Marineros de Seattle en 1992; es transferido a los Mellizos de Minnesota en 1996. En el 2002, tuvo por primera vez la oportunidad de jugar con cierta regularidad. Sus registros fueron convincentes con promedio al bate de .272, 20 jonrones y 75 carreras remolcadas.
Cuando parecía encaminarse a un 2003 de grandes números y a establecerse en la gran carpa, al término de la campaña los Mellizos inesperadamente le dieron de baja. Los ejecutivos pensaban en su historial de lesiones, sus limitaciones defensivas y su aspiración a obtener un salario de 2 millones de dólares en el 2003. Al quedar sin empleo sintió un vacío existencial, y parecía que los caminos estaban cerrados hacia un promisorio futuro.
Pero por su condición de guerrero y los consejos de su padre Leo Ortiz, no se rendiría. La oportunidad le llegó cuando su amigo el sensacional Pedro Martínez lo recomendó a los Medias Rojas de Boston. Lo demás es historia. Solo falta un aspecto del que se conoce muy poco por su connotación científica. Y es que basándonos en la investigación del prominente psicólogo Howard Gardner, profesor de Harvard, quien demostró que existen distintos tipos de inteligencia, el éxito de Ortiz se debe a que posee por lo menos dos de ellas: La inteligencia especial que se requiere para lograr el éxito deportivo, reconocida como el talento kinético, y el tipo de inteligencia denominada interpersonal, que es la que poseen los líderes carismáticos, que al conjugarse con una correcta inteligencia emocional, se cristalizan grandes metas.

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