Los tumbos del sector eléctrico

Los tumbos del sector eléctrico

Lo único que no parece faltar en el sector eléctrico es rentabilidad para quienes explotan este negocio. Su desenvolvimiento, a partir del modelo de capitalización a que fue sometido, ha sido de tumbos y traspiés, con períodos excepcionales de estabilidad y grandes perjuicios para la nación. A pesar de eso, no se tiene cuenta de que ninguno de los actores -excluyendo al usuario- haya ido a la quiebra por estas calamidades. En febrero, un portavoz oficial del sector eléctrico afirmaba que éste iba por el camino correcto, pero ya estamos hablando de deudas acumuladas, desacuerdos y la elaboración de un nuevo plan para el negocio de la energía eléctrica.

Lo evidente es que no se han hecho las cosas que debieron hacerse para que el sector fuera rentable para todos, no solo para quienes explotan el negocio. Las pérdidas causadas a la economía nacional desde los inicios de la capitalización hasta nuestros días, por las fallas del sector eléctrico, son difíciles de calcular e imposibles de compensar. Ahora venimos con un nuevo plan avalado por los mismos organismos que le dieron el visto bueno al sistema que vive en permanente coma. La economía del país no puede continuar financiando tantas fallas, tantos tumbos y la innegable rentabilidad que se deriva del pésimo servicio. Es hora de hacer esfuerzos porque el sistema energético sea también rentable para la economía del país.

Escándalos sin consecuencias

Un Estado que no lleva hasta las últimas consecuencias los escándalos que generan algunos de sus servidores públicos estará siempre condenado a repetirlos. En el caso nuestro, con demasiada frecuencia se detectan actos alejados de la ética que no pasan del bullicio en los medios de comunicación, pero que no llegan a las consecuencias que en otras sociedades son materia obligada. Es evidente que hay realmente una crisis de moral y de principios.

Pasa con frecuencia que periodistas investigadores ponen sobre el tapete evidencias escandalosas sobre manejo indelicado de intereses del Estado, pero las consecuencias no pasan del escándalo público. A nadie con autoridad parece inmutarle estas ocurrencias que se han hecho bastante frecuentes. Por eso estamos obligados a repetir el espectáculo de las inconductas. Por eso han llegado tantos militares y policías a involucrarse en crímenes y negocios turbios. Son escándalos sin consecuencias.

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