Los vaivenes de la izquierda en una novela de Angela Hernández

Los vaivenes de la izquierda en una novela de Angela Hernández

Charamicos, la novela que acaba de publicar Ángela Hernández, es la narración de los vaivenes de la izquierda dominicana, de los grupos y luchas estudiantiles de la UASD, de los crímenes, abusos, atropellos, desapariciones, injusticias, arbitrariedades, secuestros, persecuciones y encarcelamientos de los doce años de gobierno de Joaquín Balaguer.

Pero como historia sólo pueden interpretarla los que vivieron o investigaron ese agitado y doloroso periodo del acontecer reciente porque la distinguida escritora cambió casi todos los nombres de víctimas, héroes, dirigentes, militantes, asesinos, agentes, informantes, infiltrados, espías, sacerdotes de base, oficiales y agentes policiales. Lo que relata con claridad pormenorizada, reveladora, son los hechos.

Algunos personajes de la oposición o del oficialismo aparecen, sin embargo, con sus santos y señas, sus actuaciones dignas o su proceder malvado, como el valiente y legendario comandante Pichirilo, la desalmada mole policial apodada Mazámbula, el símbolo acrisolado de la juventud, Amín Abel Hasbún, el desaparecido Guido Gil, abogado de los sindicalistas y los cañeros, Convite, Expresión Joven, Mamá Tingó, Barbarín Mojica, Silvano Lora, Manolo Tavárez, Elías Wessin, Gregorio García Castro o la aguerrida Manuela Aristy con la frente altiva y las manos mojadas por el sudor desahogando protestas por los allanamientos en busca de su hijo.

Juan Bosch, desdeñando de la izquierda, confiando en su Dictadura con Respaldo Popular, “un disparate del cual él mismo descreía”, según la obra, y Balaguer enigmático, maquiavélico, descrito como “un títere execrable, tan humano como puede serlo un bloque de hielo”, son figuras reiteradas en Charamicos, como Ho Chi Ming, Ling Piao, Mao, Marx, Stalin, Lenin, Engels y otros precursores de la revolución, ídolos de los uasdianos de entonces.

El contenido, cuatrocientas páginas, se inicia con el ingreso de la protagonista a la universidad estatal moviéndose entre el coro de “¡Joaquín Balaguer, asesino en el poder!”, la generosidad de los choferes de Unachosín, el enrarecimiento del aire provocado por las bombas lacrimógenas o la inspiración del Movimiento Renovador “que expulsó a académicos trujillistas y profesores reaccionarios –entre ellos a Balaguer , abrió las puertas de la Universidad Primada de América a los pobres, eliminó las pruebas de admisión que eran un colador precisamente para los que menos chance habían tenido de formarse e instituyó la participación de representantes estudiantes en los organismos directivos…”.

Pero, aunque el libro permite conocer la efervescente actividad política clandestina que tenía lugar en la Autónoma entre grupos que se atacaban entre sí pese a luchar por enemigos comunes como el imperialismo yanqui, la CIA, los oportunistas clericales, los foquistas, los derechistas, los radicales revisionistas, los secuaces del DNI, los trotskistas del Vaticano, los cuerpos represivos del Estado, los conciliadores y “la humillante imposición de la política de Estados Unidos por encima de la voluntad del pueblo dominicano”, Ángela Hernández sale del convulso recinto académico para abarcar cuanto ocurría en el país en los aspectos religiosos, culturales, político, económico, social o adentrándose, por demás, en el comportamiento pequeño burgués, proletario, campesino o ranciamente oligárquico de algunas familias capitaleñas, rurales o provinciales.

No escapan las interioridades cuestionables de algunos líderes de la izquierda o de vocación democrática representados como símbolos del decoro cuando muchos los calificaban de “libertinos bragueteros”, tránsfugas, aventureros, mediocres, “pendejo retórico que se dedica a ostentar de sus amistades y viajes al extranjero”, como decían de Peña Gómez.

“En las siguientes visitas a El Canelo (nombre imaginario) éste notaba tu reticencia. Ya te sería difícil ser espontánea en el trato con él. Temí haberte asignado una tarea excesiva para tus años. Entonces ocurrió en tu hogar un hecho que te tambaleó. Debí relevarte de las visitas a El Canelo. Éste siempre dudó de los motivos por los que te aparté de él”, confiesa la imaginada Ercira a Trinidad, cronista ficticia.

Un líder representado como Fernando, cambia el fervor revolucionario por una embajada en París y desde allá escribe pensando que “tal vez Balaguer sea en verdad un paladín de la democracia”, opinando: “Si la izquierda hubiera tomado el control, en lugar de Balaguer, estaríamos en un caos, porque encima de su capacidad para dirimir conflictos, ni siquiera entre los mismos izquierdistas se entienden. Carecen, por demás, de experiencia en asuntos de Estado”. Es el mismo que le escribe desencantado de Moscú, ya ubicado en el barrio latino de Francia: “Debes saber que si los izquierdistas de nuestro país hoy tomaran el poder político no serían mejores, sino peores que los que ahora nos gobiernan”.

[b]“EL HOMBRE BRÚJULA”[/b]

Relata, también, trascendentes acontecimientos que sacudieron la República, como la masacre contra los revolucionarios en la autopista Las América, la asfixia con gas doméstico, en Bruselas, de un carismático líder oposicionista al que identifica como El Canelo, “un completo extraño, canjeado un año atrás junto a otros prisioneros políticos por un militar norteamericano”, o la ansiada y prolongada espera de un héroe “que juró en Londres que regresaría a rescatar definitivamente la soberanía dominicana”, que arribó con sus guerreros por las playas del Sur preguntando a los campesinos si recordaban la Revolución de abril. Ella, sus compañeros, los simpatizantes de la UASD le llamaban El Hombre Brújula.

“Pronto vendrá el Ejército por aquí. Por las buenas o las malas, exigirán que les detallen sobre nosotros. Bien, díganles a los jefes de ese ejército que hemos tomado el camino que lleva a las montañas más elevadas de Quisqueya. Díganles que suban a buscarnos”, les comunicó a los que se levantaron de sus camas para proveerles de víveres y animales.

Con el asesinato de “El Hombre Brújula” y el extermino en el catorce y medio de Las Américas del grupo que llama “Los Ciguayos”, concluye la novela. En el resumen, previo al epílogo, Ercira, el personaje firme, resistente, vertical, intransigente y digno saca inventario: “Casi todos los asesinados por el gobierno del 1966 hasta ahora eran jóvenes de menos de 25 años. ¿Quién ha manejado los hilos del destino en este tiempo sofocante, letal? ¡Por Dios mismo, señor Balaguer, señores de la embajada de Estados Unidos, señores generales de las Fuerzas Armadas, no le adjudiquen a Dios esta villanía”.

Además de referir las instrucciones a los cuadros políticos y células simpatizantes, los desafueros del grupo paramilitar identificado como “La Gamba”, la animadversión interna de ciertos mandos castrenses, las deportaciones de los curas cabezas calientes, asaltos, movilizaciones, armas, literatura de vanguardia y la negativa a un homenaje a Pablo Neruda por considerar que el poeta representaba al “revisionismo soviético en Suramérica”, es patético el interés por contar la historia de Palma Sola y sus mellizos amados, milagrosos, sanadores, amorosos y brujos. “El Hombre Brújula, antes de ganarse su estrella de héroe había participado, en 1962, en el bárbaro aplacamiento a sangre y fuego de los miles de “entusiasmados” de Olivorio Mateo…”, consigna.

La novela compendia admiración por los que fueron modelos de integridad y valor, sensibilidad ante los huérfanos, dolor por los caídos, historias de amor y de fracasos, canto, lucha, amargas experiencias, frustraciones, engaños, esperanzas, lecciones: “El que no es comunista a los veinte años, es un sinvergüenza, y el que todavía es comunista a los cuarenta es un estúpido”.

La rondalla del Movimiento Cultural Universitario es recordada cantando en las calles estrelladas con hileras de velas, en las ventanas de las casas, en las cuarterías, en los carros de concho enlutados con paños negros entregando al último cadáver del tiroteo en Las Américas, el hijo de doña Manuela Aristy: “No lo van a impedir… ni el que alimenta el cepo y la tortura. No lo van a impedir los generales… al final del otoño, venceremos”.

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