Debemos aceitar las buenas conductas, los buenos ejemplos
A diferencia del gran poeta Norberto James Rawlins, hubo una época que sí conocí, en la cual el juez iba en coche, el maestro a caballo y el policía a pie. Ha pasado el tiempo y parece como si el mundo hubiera sido reinventado y los valores fundamentales enterrados, en una cápsula del tiempo, para que la descubran dentro de mil años.
Ahora vivimos otros tiempos, nunca he creído que cualquier tiempo pasado fue mejor, no, creo que los tiempos buenos están por venir, por eso debemos trabajar con ahínco para que lo que viene sea mucho mejor que lo que tenemos.
Debemos, pues, ajustar mecanismos, crear nuevas instancias, aceitar las buenas conductas, los buenos ejemplos, vigilar y premiar las acciones nobles.
Para que el tiempo por venir sea mejor que el que vivimos, es preciso que nos detengamos a profundizar en los orígenes de la conducta actual de la sociedad.
No hay que ser un científico social de profundas cavilaciones y acabados estudios comparativos sometidos a la frialdad de los resultados que arrojen datos que alimentan una computadora, la cual, sin ley y sin alma, dice que tal conducta es observada por el X por ciento de la sociedad.
A partir de esos datos se crean las políticas públicas que luego van a condicionar el quehacer de los niños de hoy, cuando les toque ejercer los poderes del Estado.
El efecto demostración de la abundancia insultante de los países desarrollados, estrujada por la televisión por cable, nos enseña el caramelo que todos queremos tener en términos de comodidad, abundancia, diversión, entretenimiento…
Entonces comienza el dilema entre lo posible, lo probable y lo prohibido. No se enseña a través de ese importante instrumento de dominación que es la televisión por cable, no se enseña, repito, que todo se puede dentro de la ley, la moral y las buenas costumbres.
A la moral también la desvistieron con hermosas muchachas, cuyos curvilíneos cuerpos ahora no se sabe si son fruto de la naturaleza o del bisturí, pero las del bisturí son las más publicitadas, las más descaradas, las que circulan como oro de buena ley.
Los automóviles tienen motores más potentes diseños más sofisticados, alcanzan velocidades de competencia y tienen precios estratosféricos.
Esas emisiones de televisión, esas programaciones no son casuales, obedecen a las políticas de dominación que nos impiden disfrutar de los grandes deportistas a quienes solo nos permiten ver a través de la pantalla de la televisión por paga.
Disfruto de algunos de esos bienes que la civilización ha puesto de moda, no los rechazo, pero me mantengo dentro del marco que enseña como que es malo robar, matar, mentir, levantar falsos testimonios, vivir del cuento, serruchar palos para obtener beneficios.
Estoy dentro del amplio porcentaje de los que practican: amar a Dios sobre todas las cosas y no le hagas a otros lo que no quieres que te hagan. Amén