El Gran Salto. Este fue el nombre que Mao Tsé- Tung dio a su plan de reestructuración económica en la China comunista.
La iniciativa hizo que muchos campesinos pasaran a establecerse en la ciudad, mientras que médicos fueran trasladados a las zonas agrícolas simplemente por hablar mal del régimen.
La sociedad china fue puesta patas arribas y las consecuencias fueron funestas: unos 30 millones de chinos murieron a causa del hambre y enfermedades.
Actualmente en Corea del Norte King Jong Il gasta miles de millones de dólares en la construcción de misiles y armas de destrucción masiva.
Él continúa con su carrera a pesar de la fuerte oposición del gobierno de Estados Unidos y de importantes organismos internacionales encargados de la seguridad mundial.
La Corea que dirige con mano de hierro presenta dos caras: una ciudad enorme donde los espectáculos deslumbran a cualquier visitante, mientras que, por el otro extremo, hay una Corea de gente sin medicina, sin comida, en inanición y con niños que morirán a destiempo.
No siempre los que dirigen están revestidos de las mejores condiciones humanas. En muchas ocasiones el carisma que suele acompañar al liderazgo traiciona a los pueblos en la escogencia de quienes deben dirigir la suerte de la gente. Se escogen hombres con una conciencia llena de ambición, egoísmo, resentimiento, odio, traumas y hasta desvergüenza.
El mundo fuera totalmente otro si nuestras sociedades estuvieran siempre dirigidas por políticos y guías que se caracterizaran por el respeto a los valores éticos, morales, espirituales y que tuvieran un gran amor a la patria y, sobre todo, al prójimo.