Los vejetes parlantes

Los vejetes parlantes

A juicio de muchos economistas los viejos “están de más en el mundo”. En tiempos de crisis monetarias representan una “carga improductiva”. No importa que los jubilados hayan trabajado toda la vida, y contribuido durante décadas a la creación de su propio fondo de pensiones. Estos fondos son utilizados con frecuencia en “aventuras financieras”, concebidas por políticos inescrupulosos. No hay tesoro más codiciado por los banqueros que un fondo de pensiones. Al final, “si algo pasa”, los viejos no podrán reclamar nada; o lo harán muy débilmente. No son más que “vejestorios” inútiles que pululan en los centros médicos y de “asistencia social”.

Algunos de estos economistas están convencidos de que el sistema de seguridad social es insostenible… porque la vida se ha prolongado “más de la cuenta”. Los ancianos son demasiados; no caben en los parques y asilos. Crece la población joven y no mueren los hombres maduros, por obra de la higiene y la medicina. En ciertos países, nacen pocos niños y los viejos se aferran a sus pildoreras. Se ha dicho que es necesario reducir el monto de las pensiones, sin contar con las altas tasas de inflación de este o aquel país. Falta poco para que algún extremista proponga exterminar a los viejos “en cámaras de gas”.

Los “más moderados” creen que es mejor aplazar la edad de retiro; así tardarían algunos años en recibir las pensiones y, además, trabajarían otros tantos en precario estado de salud, por tanto con mayor riesgo de morir. Alrededor de este tema especulan continuamente: actuarios, financistas, sociólogos, políticos, hombres de negocios. Pero lo peor es el descenso abrupto en la estimación de los ancianos por parte de los jóvenes. Ya no se oye hablar de “ancianos venerables”, sino de “viejos inservibles”.

En la antigüedad se creía que la experiencia de los ancianos era un valor que debía ser preservado por la sociedad. Se les consultaba en ciertos casos especiales de gran peligro para las comunidades. Existían “consejos de ancianos”, que eran convocados en tiempos de guerra, epidemias, sequías prolongadas. Un joven contemporáneo, armado de una “tableta de alta tecnología”, opina: que los viejos son estorbos: no entienden nada, ni pueden hacer nada; pero hablan como pericos.

 

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