Las tres causales podrían evitar riesgos de la práctica clandestina del aborto
Si sus padres hubiesen sabido anticipadamente quién sería Adolfo Hitler, hubieran hecho cualquier cosa para que no naciera y si muchas madres pudieran parir, con conocimiento previo, a un personaje como Mahatma Gandhi, desearían tener partos múltiples.
Pero las cosas no son así; los embarazos y sus desenlaces están regidos por fuerzas naturales más poderosas que la simple voluntad de un hombre o una mujer. Por eso retomo mi planteamiento sobre la decisión de interrumpir un embarazo, en el sentido de que la gestante decidirá en última instancia y por encima de prejuicios sociales, religiones y culturas domésticas, si detiene un embarazo o lo continúa.
Definitivamente las controversiales tres causales pueden abrir la llave de la legalidad, la confianza y protección del libre albedrío femenino, logrando evitar los riesgos de ponerse en manos inexpertas de comerciantes inescrupulosos con la práctica clandestina del aborto, porque
1) La viabilidad del feto en términos de semanas de gestación ha variado muchísimo y la supervivencia es casi impredecible con los adelantos de la tecnología y la perinatología, aparte de que los pronósticos clínicos o de imágenes en ocasiones dan tremendas sorpresas a médicos y pacientes;
2) Quien ejecute el aborto tendría que documentar con pruebas la violación o el incesto, episodios que generalmente son horrorosos y brumosos para las víctimas o revelados cuando las evidencias no pueden ser investigadas porque los datos deben ser recogidos pocas horas o mínimo días después del agravio y
3) Muchas madres con enfermedades graves o incurables han parido de manera natural y espontánea niños saludables que continúan representándolas en el seno familiar después de ser vencidas por la muerte.
Quien ejecute el aborto tendría que documentar con pruebas la violación o el incesto