Los viajes presidenciales

Los viajes presidenciales

VÍCTOR GULÍAS
Si algún día el país conociera los informes financieros y la relación contable de lo que se gasta, en pesos y dólares, en los constantes viajes presidenciales al exterior y la relación costo/beneficio en relación a sus logros, creo que la alarma sería conmovedora. Es cierto que vivimos en un mundo globalizado, crecientemente dependiente y que el contacto personal, el cara a cara, entre jefes de Estados, es una buena vía para alcanzar solución a problemas bilaterales. También es verdad que la presencia en escenarios mundiales del Presidente de la República, atrae potencialmente inversiones.

Pero, si nos detenemos a analizar, uno por uno, los viajes presidenciales del período 1996-2000, 2000-2004 y 2004 hasta la fecha, podremos concluir que ellos no han reportado a la República prácticamente ningún beneficio tangible, que se trata más que nada de turismo presidencial y que esos periplos representan cuantiosos gastos en divisas para un país pobre como el nuestro.

Si en verdad fuésemos austeros en el manejo del Presupuesto y los fondos públicos, haríamos como Joaquín Balaguer, que salía en contadas ocasiones y que enviaba a misiones de alto nivel ya sea al Vicepresidente, al Canciller, al secretario Técnico o comisiones reducidas de funcionarios, dependiendo de la actividad que fuere.

Lo que pasa es que los presidentes de la era post-Balaguer, no tienen el dominio que tenía el legendario estadista de las múltiples presiones del cargo que ocupan y se ven forzados, cada cierto tiempo (unos más que otros) a salir del país, a “botar el golpe”, para poder soportar el peso de sus funciones.

Eso lo sabe todo el mundo, lo piensa mucha gente, pero pocos se atreven a decirlo y, mucho menos, a escribirlo. Sin temor a pecar de injusto, soy de los que piensan que los más de veinte viajes del señor Presidente en lo que lleva de su nuevo mandato, no le han generado ningún beneficio al país y que, en cambio, ese séquito que viaja con fondos públicos, resta millonarios recursos a otras actividades urgentes en territorio nacional.

Uno se pregunta cuántas obras públicas, medianas, pequeñas y grandes, podrían hacerse con lo que se derrocha en ese turismo oficial. Cuántos suministros podrían hacerse a hospitales públicos, a escuelas. Cuántas canchas y centros deportivos no  se podrían construir. En fin, no cabe dudas de que tantos millones gastados en viajes servirían mejor para otros fines.

Para estrechar los nexos entre naciones, se designan los Embajadores Extraordinarios y Plenipotenciarios. Para representar la República en tantas cumbres y foros internacionales, están el Vicepresidente y el Canciller.

Para ir a las reuniones de la FAO, está el secretario de Agricultura; de UNICEF, está la presidenta del CONANI; para firmar convenios, está el secretario Técnico; para atraer inversiones, están los propios embajadores y los cónsules. El Presidente de la República debe dedicarse a trabajar en la solución de los muchos y graves problemas del país y viajar sólo cuando se trate de asuntos del más alto interés nacional. Todo lo otro no es más que turismo presidencial, pagado con los altos impuestos que nos sacan del bolsillo. Es cuanto.

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