Los viejos y los ejercicios físicos

Los viejos y los ejercicios físicos

Recuerdo que siendo un adolescente flacucho, el hermano adulto de una de mis primeras noviecitas me aplicó tremenda trompada en la boca del estómago cuando se enteró de aquel romance.

Como no podía competir físicamente con el agresor, me puse  a hacer ejercicios con pesas hechas con una barra de hierro y latas rellenadas con cemento.

Y como mi familia había experimentado mejoría económica, debido a que mi padre instaló un negocio de lavandería en el barrio capitaleño de Villa Consuelo, a los ejercicios se unió un mejor uso de la cuchara.

Por ende, poco a poco mi sistema óseo se recubrió de músculos más endurecidos y de mayor volumen, hasta el grado de que muchos amigos señalaban que había transformado mi anatomía de debilona a “medio fuertecita”.

Y como era de esperar, aproveché la circunstancia para pedirle la revancha a mi abusivo agresor, al cual vencí en reñida pelea efectuada en el entonces denominado parque Ramfis, donde coincidimos una mañana sabatina.

Desde entonces, no he dejado de hacer ejercicios, aunque los estragos del almanaque me obligaron a limitarlos a las caminatas, y a las pesas con tan vergonzosa escasez de libras, que podrían ser levantadas con facilidad por un niño desnutrido de tres años.    

Hace aproximadamente un par de años, me dirigía hacia una librería con dos fundas de supermercado conteniendo ejemplares de mis libros, cuando un viejo amigo se acercó en su automóvil a mi transitoriedad peatonal.

-Mario-voceó-supongo que llevas puesto un suspensorio, para que no se te inflamen los testículos con esa carga tan pesada.

Esbocé una sonrisa tipo el personaje de tira cómica doctor Merengue, deseando en el fondo que al gracioso enllave se le ponchara una goma del vehículo, dos o tres cuadras más adelante.

Mi hermano afectivo, el talentoso comunicador Jochy Santos, me invitó a su programa radial El mismo golpe, que se transmite por Zol 106.5, y cuyos oyentes   constituyen la mitad mas uno de la población dominicana.    

Al llegar al edificio donde en un octavo piso funciona la emisora, me informó el guardián que el ascensor había sido reparado una hora antes, por lo que subí las escaleras con relativa facilidad, debido a mi entrenamiento añejo de caminante.

Cuando Jochy destacó ante el micrófono mi hazaña, un oyente llamó para acusarlo de mentiroso.

-Si Mario Emilio sube ocho pisos a patica, hay que pedir  una ambulancia-dijo, provocando carcajadas en el equipo del programa, y en el autor de este artículo.

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