Lotería conyugal

Lotería conyugal

Visitaba un matrimonio amigo, cuando de pronto surgió una grave acusación de labios de la esposa.

– Qué bueno que estás aquí, Mario Emilio, para que te enteres de que este sinvergüenza está en malos pasos con una mujerzuela a la cual llevó de madrugada a su casa. Pero lo más lejos que tenía este perro vestido de gente era que una vecina, que se mudó recientemente por el sector, los vio llegar, y me lo informó a través de una amiga común.

-¿Quiere decir que el hecho de que un hombre lleve a su casa en bola a una mujer significa que se está acostando con ella?- preguntó el marido, con rostro carente de pliegues de culpabilidad.

-Claro que no- respondió ella- pero la despedida consistió en besos y abrazos con tanto fuego, que hasta un bombero que se encontrara cerca hubiera salido huyendo.

A medida que hablaba la mujer adoptaba poses, ademanes y morisquetas propios de los jugadores de dominó cuando tienen la ficha con la cual podrían ganar una mano.

– Parece que crees que te sacaste la lotería con esa información, pero te voy a demostrar que se trataba de una compañera de oficina con la que estuve laborando hasta esa hora- dijo él, con sonrisa triunfal, y echando hacia atrás su cuerpo en la mecedora que ocupaba.

– Anjá, eso sólo quiere decir que ahora tengo un dato nuevo importante, y es que tu lío amoroso es con esa empleada.

La cara de la mujer se fue agriando paulatinamente, y cuando se levantó de su asiento y se acercó al marido, creí que le iba a calentar el rostro con un pescozón, pero se limitó a continuar el discurso.

– Parece que ignoras que este país es demasiado pequeño, y todo se sabe tarde o temprano, especialmente lo relacionado con infidelidades conyugales.

– Esa compañera de labor ni siquiera me atrae, y repito que no te sacaste la lotería, porque lo que te metieron fue un chisme con carga de malignidad-afirmó el acusado.

 Dos o tres días más tarde me llamó la amiga por teléfono, y desde que escuchó el “hola” entró en el tema.

– Mario, es verdad que no me saqué el premio de la lotería, pero conseguí aproximación, porque el enredo no era con la de la bola, sino con una hermana.

Todavía no puedo reprimir la sonrisa cuando recuerdo aquella salida repentista.  

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